Serrano (2)
Casi pierdo los dedos. En realidad sólo fueron 9 cortadas, unas más superficiales que otras, todas en los dedos de la mano izquierda. La cuchilla en sí fue una cinta de seguridad metálica, con tanto filo como el de una navaja. Nadie me creyó las cortadas hasta que no empezaron a ver las gotas de sangre caer sobre el piso de la antigua iglesia. No acepte un vendaje hasta una hora después. Luego terminé en la casa de la Nona con primeros auxilios obligados. La Nona me trajo un regalo de Buenos Aires, una obra de Leopoldo Marechal.
Una hora antes estaba esperando la llegada de las obras de Andrés Serrano. Había recorrido los endebles techos de las viejas casas de la ciudad tratando de no llenarme de polvo y espantando las palomas que parecían murciélagos deformes. Había pensado seriamente en que todas estas obras de La Morgue de Serrano tenían un nombre distinto a Meningitis, Neumonía, Muerto a puñaladas 1 y Muerto a puñaladas 2, Muerto por SIDA, Muerte por abuso y que esas obras, unos minutos antes de llamarse así y pasar a ser arte, habían sido conocidas bajo los nombres de Mary, Jhon, Isaac o Charles, y probablemente habían reído o llorado.
Una hora antes de esto recibía un regalo que me había traído mi jefe desde Guatemala. Era un jaguar de color rojo opaco, como la sangre. No pude separarme de sus ojos aun antes de saber que iba a estar a un lado de mi cama. Mi jefe me contó que viajó al pueblo de Quetzaltenango. En ese pueblo se encontró con una práctica religiosa realizada en honor a un antiguo dios que aún subsiste enmascarado en la santería católica. Pese a que ya había pasado más de 15 días no podía olvidar su encuentro con el dios, a quien se le rinde culto con antiguas figuras de animales tallados en maderas de roble como el jaguar que recibí de regalo. Lo único que tiene como recurso explicativo en que en presencia de ese dios todo se hacía denso y pesado, como si la atmósfera no dejara respirar. En el Popol Vuh el símbolo “ix” refería a la luna y al jaguar que representan las fuerzas ocultas, la oscuridad. Es también una posible referencia a Xbalanque. El Popol Vuh narra:
Luego llegaron a la orilla de un río de sangre y lo atravesaron sin beber sus aguas; llegaron a otro río solamente de agua y no fueron vencidos. Pasaron adelante hasta que llegaron a donde se juntaban cuatro caminos y allí fueron vencidos, en el cruce de los cuatro caminos. De estos cuatro caminos, uno era rojo, otro negro, otro blanco y otro amarillo. Y el camino negro les habló de esta manera: -Yo soy el que debéis tomar porque yo soy el camino del Señor. Así habló el camino. Y allí fueron vencidos. Los llevaron por el camino de Xibalbá y cuando llegaron a la sala del consejo de los Señores de Xibalbá, ya habían perdido la partida.
Ahora bien, los primeros que estaban allí sentados eran solamente muñecos, hechos de palo, arreglados por los de Xibalbá.
A éstos los saludaron primero:
-¿Cómo estáis, Hun-Camé?, le dijeron al muñeco.
-¿Cómo estáis, Vucub-Camé?, le dijeron al hombre de palo. Pero éstos no les respondieron. Al punto soltaron la carcajada los Señores de Xibalbá y todos los demás Señores se pusieron a reír ruidosamente, porque sentían que ya los habían vencido, que habían vencido a Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú. Y seguían riéndose.
Luego hablaron Hun-Camé y Vucub-Camé: -Muy bien, dijeron. Ya vinisteis. Mañana preparad la máscara, vuestros anillos y vuestros guantes, les, dijeron.
-Venid a sentaros en nuestro banco, les dijeron. Pero el banco que les ofrecían era de piedra ardiente y en el banco se quemaron. Se pusieron a dar vueltas en el banco, pero no se aliviaron y si no se hubieran levantado se les habrían quemado las asentaderas.
Los de Xibalbá se echaron a reír de nuevo, se morían de la risa; se retorcían del dolor que les causaba la risa en las entrañas, en la sangre y en los huesos, riéndose todos los Señores de Xibalbá.
-Idos ahora a aquella casa, les dijeron; allí se os llevará vuestra raja de ocote 13 y vuestro cigarro y allí dormiréis.
En seguida llegaron a la Casa Oscura. No había más que tinieblas en el
interior de la casa. Mientras tanto, los señores de Xibalbá discurrían lo que debían hacer.
-Sacrifiquémoslos mañana, que mueran pronto, pronto, para que sus instrumentos de juego nos sirvan a nosotros para jugar, dijeron entre sí los Señores de Xibalbá.
Ahora bien, su ocote era una punta redonda de pedernal del que llaman zaquitoc; éste es el pino de Xíbalbá. Su ocote era puntiagudo y afilado y brillante como hueso; muy duro era el pino de los de Xibalbá.
Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú entraron a la Casa Oscura. Allí fueron a darles su ocote, un solo ocote encendido que les mandaban Hun-Camé y Vucub-Camé, junto con un cigarro para cada uno, encendido también, que les mandaban los Señores. Esto fueron a darles a Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú.
Estos se hallaban en cuclillas en la oscuridad cuando llegaron los portadores del ocote y los cigarros. Al entrar, el ocote alumbraba brillantemente.
-Que enciendan su ocote y sus cigarros cada uno; que vengan a devolverlos al amanecer, pero que no los consuman, sino que los devuelvan enteros; esto es lo que os mandan decir los Señores. Así les dijeron. Y así fueron vencidos. Su ocote se consumió, y asimismo se consumieron los cigarros que les habían dado.
Los castigos de Xibalbá eran numerosos; eran castigos de muchas maneras.
El primero era la Casa Oscura, Quequma-ha, en cuyo interior sólo había tinieblas.
El segundo la Casa donde tiritaban, Xuxulim-ha, dentro de la cual hacía mucho frío. Un viento frío e insoportable soplaba en su interior.
El tercero era la Casa de los tigres, Balami-ha, así llamada, en la cual no había más que jaguares que se revolvían, se amontonaban, gruñían y se mofaban. Los jaguares estaban encerrados dentro de la casa.
Zotzi-ha, la Casa de los murciélagos, se llamaba el cuarto lugar de castigo. Dentro de esta casa no había más que murciélagos que chillaban, gritaban y revoloteaban en la casa. Los murciélagos estaban encerrados y no podían salir.
El quinto se llamaba la Casa de las Navajas, Chayin-ha,14 dentro de la cual solamente había navajas cortantes y afiladas, calladas o rechinando las unas con las otras dentro de la casa.
Muchos eran los lugares de tormento de Xibalbá; pero no entraron en ellos Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú. Solamente mencionamos los nombres de estas casas de castigo.
Siento que en estas palabras se puede leer la cosmogonía de un día en el infierno, en la casa de los señores de Xibalbá, antigua iglesia al lado de la casa del señor de la guerra, hablando con las fotografías de seres que alguna vez estuvieron vivos y hoy ya no son más que imágenes como los santos de madera. Pase ese día entre muricélagos, me corté con cuchillas. hora tengo a un jaguar en mi habitación y mi jefe tiene razón, la atmósfera se vuelve pesada en su presencia. No pretendo que nadie más entienda esto, sólo puedo asegurar que esa figura de jaguar tallada en madera se hace sentir en la habitación.
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