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sábado, agosto 18, 2007

Agua (2) y Serrano (4)


Primero fue el fuego. La niña salida de una película de Tornatore ya había gestionado para un festival de cine de hace unos años la llegada al país de la primera parte de la trilogía (Fuego, Agua, Tierra) de la directora de cine Deepa Mehta. El año pasado había estado en la presentación oficial en Colombia de la película ganadora del Oscar a mejor película extranjera de este año “La vida de los otros”. Aunque esta vez no tuvo nada que ver en las gestiones, sí asistimos a ver la película de Deepa titulada “Agua”, nominada también al Oscar por mejor película extranjera.

Hoy la niña salida de una película de Tornatore me recogió para ir a almorzar. El plan era llegar a ver la exposición de Andrés Serrano. Salimos muy tarde y no lo logramos. Sin embargo fuimos ver la exposición de Julio LeParc. Luces y materiales de relojería, latones y espejos creaban formas orgánicas, luces que parecían vivas en la más profunda oscuridad. Una de las instalaciones de Leparc parecía sumergirnos en un mar de luz a nuestros pies, con olas tranquilas que se movían en reflejos de tiempo. El agua, cuando no está bajo tierra es un espejo de luz.

Tomamos un café y hablamos de LeParc, de Serrano, de la muerte. Luego llegamos al ciclo de la vida o algo así. Y apareció el tema de ‘Agua’ en la mesa. Decidimos ir a verla. Entramos a la sala de cine y nos sorprendió una de las más bellas películas del año. De forma muy curiosa la protagonista del film es idéntica a la niña salida de una película de Tornatore, el parecido sólo es negado por ella, pero es similar en tantos aspectos, en sus ojos, el cabello, la nariz, la frente, que llega a asustar. Pero sus ojos verdes, en especial, son idénticos.

La película parece entrar en el mundo de la telenovela de Bollywood con algo de Shake-speare. La música, los planos y las actuaciones nos enfrentan a un drama de amor. En la India las mujeres se casan y entrar a ser una parte de su esposo. Cuando el esposo muere las mujeres sólo tienen tres opciones: ser cremadas junto a ellos, casarse con el hermano menor del esposo muerto o vivir una vida de abstinencia separadas en una clase inferior sólo un poco más arriba de los llamados intocables. Muchas mujeres son llevadas al matrimonio a la edad de 7 o 9 años. Quedar viuda a esa edad significa una vida de privaciones, encierro; significa una muerte en vida. El drama llega cuando un joven indio acaba de llegar de Londres con las nuevas ideas de un tal Gandhi en la cabeza y se enamora de una viuda. La historia de amor transcurre entre el río, la lluvia y la separación de lo amantes.

Cuando el drama nos ha llegado a conmover, y las lágrimas afloran, aparece un tono épico en la película. La verdad y la fe son cuestionadas y puestas en situación de lucha. El drama de amor sólo era el telón de fondo que nos prepara a una llegada de Gandhi a la estación de tren. Una historia de amor en conflicto con la religión y la cultura de repente adquiere un peso político disitnto a la obvia referencia feminista. Problemas como el colonialismo, el nacionalismo, la fe y la razón, aparecen de forma sútil.

Desde el semestre anterior he estado hurgando en la historiografía india y en los estudios poscoloniales de personas como Ranajit Guha, Dipesh Chakravorty o Chakravarty Spivak. Creo que los problemas coloniales aparecen más sencillos en esta película que en sus obras, pero la lectura de ambas situaciones al tiempo es más que esclarecedora. Sé que mi lectura se queda en la épica, pero es que la historia romántica es tan maravillosa que no quisiera interrumpir con ninguna apreciación la lectura que hagan quienes vean la película. Como dice Salman Rushdie, la película es magnífica.


Aquí el trailer:



Agua (1)

Anoche me encontré con el C*. Pura casualidad pues había salido con viejas amigas de la universidad. Hacía tiempo que no lo veía. Pregunté por su ausencia y me dijo que acaba de volver al país después de haber sido arrestado en Panamá. Dejé con sorpresa mi cerveza en la mesa. C* se puso a reír. Me explicó que había estado en un calabozo infestado de ratas por tres días. El cargo era ser indocumentado. Se volvió a reír y ya sabía qué había pasado.

Hacía un tiempo estaba trabajando en un reportaje sobre el tránsito de indocumentados en el mayor sigilo. De esta forma cruzó la frontera del Tapón del Darién a pie; sobra decir que la zona es en extremo peligrosa. Siguió un río por tres días, dos de ellos sin comida ni agua potable. Logró cruzar y ser recibido de buena forma hasta el tercer control fronterizo, en donde él y el fotógrafo fueron detenidos. Gajes del oficio dice él. En los calabozos vio a indocumentados colombianos y chinos. Gracias a que es un periodista de prestigio logró salir del problema.

La ruta del agua sigue en tren más adelante, donde los dioses aún son de madera. Ahora recuerdo que también conocí a una joven investigadora mexicana que la había seguido. El día que la conocí me pareció muy bonita y no deje de pensar en el riesgo que afrontó con los 'coyotes'. La ruta del agua se convierte luego en subterránea. Muchas cosas pasan bajo tierra. Cuando el agua vuelve a salir ya estamos mojados en el Río Bravo.