viernes, marzo 31, 2006

Y dímelo en la cara

El suscrito "recordador" de este blog, pues simplemente invento mis recuerdos como un autor su personaje, sale de su anonimato en imagen para manifestar el apoyo a la iniciativa de blogscolombia de realizar un encuentro con pola entre los autores de blogs de Colombia. Asisitiré, llevaré uno que otro disco, un higado en malas condiciones, mis tres días de trasnocha y un compañero con ganas de hacer etnografía de los blogs en las rutas de bares de la ciudad. En cierta librería-bar nos veremos las caras.

Caída Libre


Recuerdo ser un joven inglés. Caminaba por la Calle Picadilly y el vacío tocó mi corazón. Sin tener sentimientos a los cuales apelar, un recuerdo, un fantasma en el cual anclarme, fui vagando por el mundo. No sé por qué terminé en Bogotá. En Londres era fanático de Pulp. Aquí la elegancia en la música, la sobriedad por decirlo de algún modo, es muy difícil de hallar. En la embajada me recomendaron no salir de Bogotá. Otros viajeros como yo me decían lo contrario. Caminando por esta ciudad me enteré de la visita de un compatriota. Me evito cualquier comentario más, para mis amigos la odisea de salir de Bogotá, tomar carretera por la Autopista Norte, llegar al parque Jaime Duque y resistir hasta las dos de la mañana era todo un despilfarro de energía, un peligro para mi vida. Yo alguna vez escuché que la proxima estación es la esperanza, por eso decidí ir.
Cerca a la medianoche un haz de luz intensa apareció sobre el escenario, y entre mucho brillo y glamour salió Jamiroquai al concierto. Allá en Londres no era mi grupo favorito, acá, comprobé que no importa si todo lo que te rodea está mal y vacío, durante casi dos horas admiré la sobriedad, la elegancia en la música. No pensé en nada más, sólo escuché. Cuando la música cesó llegó el vacío de nuevo, el hastío. Una vez le leí a un español que cuando estaba en la cresta de su ola escuchaba a los Stones, después de eso Cenicienta dejaba de ser la reina del baile y volvían los trajes sucios, y los carruajes eran calabazas tiradas por ratas; él sólo tenía eso, o los Stones o las ratas. Yo estuve danzando sobre un haz de luz y luego fue como caer sin paracaídas desde el cielo. Cuando llegué a Bogotá a mi cuerpo, destrozado y deforme por la caída libre, sanguinoliento e hinchado por los golpes, aún lo revisaban y trataban de identificar. Yo debía ser ya un fantasma, un recuerdo para alguien, una intención que caminaba por estaciones de buses iluminadas en las que nadie me podía ver ya.

miércoles, marzo 22, 2006

Gracias, muchas gracias


Recuerdo haber tenido una discusión. Las elecciones se aproximaban y la ley seca prohibía el alcohol necesario para derrotar sin argumentos a las discusiones. Para todos aquellos penitentes de la ley seca, quienes nos encontrábamos sin probar una gota de vino, necesitados de bajar dos escalones más hacia el infierno, la alegría de estar siempre ebrios se vio favorecida por unos anfitriones fenomenales, y debo decir anfitrionas, pues ellas tenían mucho de femmes (francesas eran las niñas que a la izquierda se observan) y poco de fatales (gracias a los astros aún sobreviven mujeres de verdad, que saben ser mujeres sin esconder un machismo/feminismo disfrazado).
Con la compañía de doppelgangers de los buenos, la Vicky argentina idéntica a una mona amiga, se pasó una noche del carajo, de esas de las que es mejor traer un recuerdo, una flor de coleridge. Así las cosas, la línea de estos días ha seguido un ritmo muy de ciudadanos del mundo. en plenas elecciones en Colombia se encuentra el autor con historias que le llegan de Argentina, Francia, Cánada, Chile, Ecuador, Estados Unidos, Australia, Venezuela, en fin. Hay que aprender a ser latinoamericanos e insertarnos en el mundo. En definitvia cada vez más se acerca mi viaje errante por nuestras tierras, y las de ellos.

Banda sonora de la noche: tarantelas revolucionarias italianas, ataque 77, algo de lounge y groove, y claro Manu Chao

Manu Chao


Recuerdo haber sido un joven no sólo latioamericano sino del mundo. Me había faltado incluir una referencia a este día. Perdón por la tardanza, pero lo mejor es recordar ciertos eventos en la serenidad, y este día en particular no fue nada sereno sino activo, vivo.
Las cosas empezaron en un concierto gratuito que se ofreció por todos los secuestrados de este país, aunque la cosa se quedó en el aniversario del secuestro de Ingrid, una ciudadana francesa. En dicho viaje a este concierto, que incluyo café previo con el Chileno, cierto periodista internacional, se llegó a la Plaza de Bolívar. Fuera del lastimoso sonido y el frío intenso, se pudo apreciar a Sidesteeper, Dr. Krapula (al que reciéntemente había visto en Punto G pero eso es otra historia), y en mitad de la nada aparecen unos conocidos que estaban organizando el concierto de Manu, el cual había firmado contrato sólo dos días antes de esto. Para el que no sabe Manu es un ciudadano del mundo, hijo de padres españoles, hinchas de La Coruña, criado en barrios de emigrantes en Nantes. todo un ciudadano del mundo. Yo recordaba a Manu Chao como uno de los mejores conciertos de mi vida en un ya lejano Rock al parqué, pero la emoción de la amiga con quien estaba me llevó a decidirme en un segundo por repetir la experiencia. Y estaba, otra vez con mi amiga de quien hablare más tarde, unos pocos días después haciendo fila para otro concierto.
El que tocaba era Manu Chao. Toda la alegría para las canciones clásicas. Qué dolor perderme de Santa Maradona por esa costumbre de llegar tarde. Para más emoción una canción contó con una dedicatoria al terrorista más grande del mundo: George W. Bush. Con que alegría sentí el momento en que se tocaba una canción de Tonino Carotone cuya letra dice más o menos así:
E' un mondo difficile
e vita intensa
felicita' a momenti
e futuro incerto
il fuoco e l'acqua
con certa calma
serata di vento
e nostra piccola vita
e nostro grande cuore
Más emocionante fue ver que mi compañía también se sabía esta canción.
Ahora sí hablo de mi amiga, otra ciudadana del mundo, con más sellos enel pasaporte de los que puede contar un Claudio Magris. a ella, si lee esto, gracias por acompañarme ese día, inolvidable de verdad, y a la que le cabe de perlas ese anterior pedazo de canción...

lunes, marzo 13, 2006

Problema de urbanismo

Respuesta urbanística al miedo.

Huimos de qué. La respuesta puede ser urbanística, por decirlo de algún modo que nos deje ubicar el temor en algo material. Veríamos en cada fachada lo que podríamos llamar la arquitectura de la vida, construcciones endebles de terror. Han pasado más de 100 años y aún siguen ahí las casas viejas, temerosas de que el temblor profetizado destruya la ciudad. En el centro de Bogotá, en la Calle del Sol, hay una casa que pudo ser castillo por ser convento, luego pasó a monasterio, de ahí a calabozo oficial. Hoy se aprecia como una serie de apartamentos, repletos de soledades compartidas, que escuchan gritos de fantasmas y tiemblan cuando escuchan silbar el viento que se filtra por entre los vitrales que dan a la calle. Esa misma calle que volvió a ser empedrada, que hace muchos años sintió las masas de hombres con trajes de paño y ruana mientras empuñaban un arma y un color. ¿Tendrá miedo la casa o sus habitantes que alguna vez vuelvan los gritos a subir desde la Plaza? Aún no sabe la casa que ese miedo está adentro, que esa violencia a la que teme, contra la que sus habitantes eligen su Némesis siempre ha estado ahí. Claudio Magris le sigue los pasos por el Danubio al castillo de Sigmaringen en el que Céline “ha visto el rostro de la Medusa, el vacío que hay detrás de la confusión y de la podredumbre de las cosas, como en las casas desventradas por las bombas detrás de cuya fachada, que sigue en pie por pura casualidad, no hay nada”. Faltaría por incluir ahí, al lado de la confusión, al miedo, ver el castillo como algo gótico en que la historia se borra en una imagen profética y lejana.

Ésta observación nos hace olvidar un momento el espanto que sobresale de aquel edificio y nos deja desnudos ante esa niebla de pánico que dibuja en tiza los rostros de los otros, los que no conocemos y tememos. El miedo nos despierta, el grito puede ser el de nosotros recibiendo un puñal a cambio de nuestra cartera. Nos queda caminar rápido, sin dejar ver el miedo; la mirada al piso, no ver nada, no incomodar, que no seamos testigos ante algún tribunal. Pero el miedo no se ve, se huele como las basuras atoradas en el desagüe de la calle y sus ratas que caminan sin tocar las jeringuillas abandonadas, las colillas de cigarrillo pateadas y arrugadas. Mirar al frente es prohibido, puedes encontrarte con unos ojos que te indagan y denuncian tu soledad, te pueden sospechar. Así dejamos la calle. Las manos en los bolsillos. Esperamos el momento en que el alma se derrumbe en una implosión, ya nadie mira al frente con el pecho henchido de valor, recibiendo el viento cortante, dispuesto a morir con los ojos en el cielo y un nombre amado en la boca. El fin del humanismo en el ángulo de una mirada. Y al frente uno ojos que tal vez no indaguen, denuncien o sospechen, tal vez temen.