lunes, diciembre 18, 2006

Cunts are still running the world

Recuerdo que hace un tiempo algunas personas debatían si Oasis era el merecedor de la corona del mejor grupo británico, o si por el contrario el galardón era de Blur. Bueno, en esa época conocía más personas que escuchaban Sex Pistols, U2, entre otras grandes bandas que provenían de Inglaterra o Irlanda. En esos días escuché un grupo que se llamaba Pulp. Volví a escuchar a Pulp gracias a que una gran amiga es admiradora de esta agrupación. Bueno, dije, vamos a escucharlo en serio. Lo escuché y me pareció una muy buena agrupación, con una estética bien definida además.
Ahora bien, me sorprendió estar el otro día buscando alguna cosas en Internet sobre la película Children of men, y hallar en ella la última canción de Jarvis Cocker, uno de los miembros de Pulp, con una serie de particularidades que no puedo sino alabar. Primero, la canción es muy buena y su letra en verdad merece una traducción. Segundo, la canción no fue lanzada con el sistema de las discográficas y se realizó a través del myspace de Cocker, de igual forma el video salió a través de Youtube. Tercero, la canción no está hecha como un video comercial, al contrario, está hecha para que todos la puedan cantar como si de un karaoke se tratara, y esto habla muy bien de nuevo de su letra.
Aquí les dejo la canción para que la canten como yo lo he hecho esta semana (Si no saben inglés les recomiendo que consigan un diccionario y traduzcan; la letra aparece en el video). Y todos coreen 'Cunts are still running the world..' y coreen 'cunts ares still running the world' y coreen 'cunts ares still running the world'...




Smash the system

martes, diciembre 12, 2006

Radio Magallanes

Radio Magallanes, 9:10 a.m., 11 de septiembre de 1973.

"Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
(...)
Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición".

lunes, diciembre 11, 2006

Noches Chilenas

Imagen tomada de www.solidsender.com

Podría caer en el lugar común de las heridas abiertas, podría asustarme al pensar que cuando se muera nuestro propio dictadorcito, como murió el asesino chileno, medio país va a celebrar y el otro medio va a llorar. Sólo espero que cuando ese medio país llore recuerde la muy larga fila de 4 kilómetros de ladrillos pintados de blanco con el nombre de un hombre asesinado por los de un lado o secuestrado por el otro o desparecido por 'motivos políticos' por los de acá y torturado por los de allá (cientos de nombres, víctimas del genocidio, se sucedían unos a otros y la fila empezaba en la Plaza de Bolívar de Bogotá, seguía hasta la calle 72, y daba la vuelta denunciando con su presencia la falsa tierra prometida). Todos tenemos motivos para llorar, y perdonar, y olvidar. Pero cuando veo los resultados de esa larga noche chilena del olvido decido apostarle al recuerdo. No quiero pensar la suerte que tendrá este páis en un futuro cercano. Mientras tanto quiero pensar en el caso chileno y en tanta tinta mojada sobre Pinochet para decir aquí que Creo en una memoria militante. ¡AQUÍ PINOCHET NO ES NADIE Y ALLENDE VIVE TODAVÍA!


Foto periódico El Turbión, imagen tomada de indymedia Colombia



Y si quieren ver a un Pinochet, vean al viejo que se quedaba dormido y el horror del intelectual de derechas chileno que no podría volver a dormir tranquilo, como lo narra Roberto Bolaño en su Tormenta de Mierda, título que él hubiera querido para el libro Nocturno de Chile:

"El general Pinochet parecía muy cansado. Vestía, al contrario que en las dos ocasiones anteriores, uniforme militar. Pasó toda la clase derrumbado en un sillón, tomando de vez en cuando notas, sin sacarse las gafas negras. Durante unos minutos creo que se durmió, aferrado firmemente a su lapicero. A la cuarta clase sólo asistieron el general Pinochet y el general Mendoza. Ante mi indecisión el general Pinochet me ordenó que siguiéramos como si los otros dos estuvieran allí, y de manera simbólica así era, pues entre el resto de los asistentes reconocí a un capitán de la Marina y a un general de la Fuerza Aérea. Les hablé de El Capital (llevaba preparado un resumen de tres páginas) y de La guerra civil en Francia. El general Mendoza no hizo ninguna pregunta a lo largo de toda la clase, limitándose a tomar notas. En el escritorio había varios ejemplares de Los conceptos elementales del materialismo histórico y al acabar la clase el general Pinochet les dijo a los asistentes que cogieran uno y se lo llevaran. A mí me guiñó un ojo y se despidió con un apretón de manos. Nunca como entonces me pareció más entrañable. En la quinta clase hablé de Salario, precio y ganancia y volví a tocar el Manifiesto. […]Durante la octava clase volví a hablar de Lenin y estudiamos el ¿Qué hacer?, y luego repasamos el Libro rojo de Mao (que a Pinochet le pareció muy corriente, muy simple), y luego volvimos a hablar de Los conceptos elementales del materialismo histórico, de Marta Harnecker. Durante la novena clase les hice preguntas relacionadas con este último libro. Las respuestas fueron, en general, satisfactorias. La décima clase fue la última. Sólo asistió el general Pinochet. Hablamos de religión, no de política. Al despedirme me dio un obsequio en su nombre y en el de los demás miembros de la Junta. No sé por qué yo había pensado que la despedida iba a ser más emotiva. No lo fue. Fue una despedida en cierto modo fría, correctísima, condicionada por los imperativos de un hombre de Estado. Le pregunté si las clases habían sido de alguna utilidad. Por supuesto, dijo el general. Le pregunté si había estado a la altura de lo que de mí se esperaba. Váyase con la conciencia tranquila, me aseguró, su trabajo ha sido perfecto. El coronel Pérez Larouche me acompañó hasta mi casa. Cuando llegué, a las dos de la mañana, después de atravesar las calles vacías de Santiago, la geometría del toque de queda, no pude dormir ni supe qué hacer. Me puse a dar vueltas por el cuarto mientras una marea creciente de imágenes y de voces se agolpaban en mi cerebro. Diez clases, me decía a mí mismo. En realidad, sólo nueve. Nueve clases. Nueve lecciones. Poca bibliografía. ¿Lo he hecho bien? ¿Aprendieron algo? ¿Enseñé algo? ¿Hice lo que tenía que hacer? ¿Hice lo que debía hacer? ¿Es el marxismo un humanismo? ¿Es una teoría demoníaca? ¿Si les contara a mis amigos escritores lo que había hecho obtendría su aprobación? ¿Algunos manifestarían un rechazo absoluto por lo que había hecho? ¿Algunos comprenderían y perdonarían? ¿Sabe un hombre, siempre, lo que está bien y lo que está mal? En un momento de mis cavilaciones me eché a llorar desconsoladamente, estirado en la cama, echándoles la culpa de mis desgracias (intelectuales) a los señores Odeim y Oido, que fueron los que me introdujeron en esta empresa. Después, sin darme cuenta, me quedé dormido. Esa semana comí con Farewell. No podía aguantar más el peso, o tal vez sería más adecuado decir el movimiento, las oscilaciones a veces pendulares y a veces circulares, de mi conciencia, la bruma fosforescente, pero de una fosforescencia apagada, como de pantano en la hora del ángelus, en que se movía mi lucidez arrastrándome consigo. Así que mientras tomábamos el aperitivo se lo dije. Le conté, pese a las admoniciones de reserva extrema que me había encarecido el coronel Pérez Larouche, mi extraña aventura como profesor de aquellos ilustres y secretos alumnos. (...)".
Roberto Bolaño - Nocturno de Chile (Anagrama, 2000)

viernes, diciembre 08, 2006

La leyenda del santo bebedor

Photobucket - Video and Image Hosting

Podría decir de 'La leyenda del santo bebedor' que es una de las mejores obras de Joseph Roth. Podría decir que tiene ese toque de autobiografía ya que la absenta y el vino está en sus páginas como en la vida del escritor. O bien podría decir que la pequeña novela contiene referencias a Tolstoi y se escribe en ese tono de sermón tan necesario para este santo llamado Andreas. Que la novela retrata la caída de un hombre, un obrero polaco que termina preso en París por una mujer, que al salir se vuelve bebedor y clochard. Que ocurren los milagros que le dan dinero y vino y absenta y mujeres. Podría hablar de la influencia de la modernidad sobre los valores de la época. Pero de toda la novela me quedo en una sala de cine a la que decide entrar Andreas, motivado por el personaje prometido, ya que “El cartel que la anunciaba mostraba a un hombre que, por lo visto, pretendía perderse en una exótica aventura”. Sin embargo, mientras el personaje avanza, y Andreas se siente identificado con él, con el sol en su cuerpo, por el “despiadado y tórrido desierto”, aparece una caravana que lo salva y lo devuelve a la civilización, en ese momento Andreas pierde simpatía por el protagonista de la película.

Teniendo en cuenta la calve autobiográfica con la que Roth escribe la novela, y mi propia clave de recuerdo inventado el fin de semana pasado entre peroni y vino del fin del mundo( gracias Lobo por salvar mi pellejo), me permito decir que ahí está la diferencia entre Roth, al relatar a Andreas y su caída mística, con esos universitarios que han leído a Nietzche y saben que el abismo les puede devolver la mirada y por eso cierran los ojos; los que se quedan afuera y no adentro. Esto mismo dijo Roberto Bolaño al hablar sobre la autobigorafía de James Ellroy que, a diferencia de un Amis, no ha leído a Nietzche y por eso puede bailar conga mirando el abismo. Por eso el Andreas de Roth prefiere la aventura exótica en el desierto mientras bebe los restos de vino que la salvación de la civilización y la cultura francesa. Es momento de que el lector se asome al abismo, como dice un crítico de América de Ellroy.
Joseph Roth: "Así soy realmente: maligno, borracho, pero lúcido"

martes, diciembre 05, 2006

Trivia-l sobre Pynchon

A propósito de 'Against the day'. Teniendo en cuenta mi condición declarada contra toda esa carreta posmoderna del fantasma, el signo zero, la muerte del autor, pues como dice el Parménides del anteriro post, algo que es no puede no ser, me viene a la mente la discusión que se tuvo con Manuel, HuMo y Nahum en días pasados sobre la existencia de Thomas Pynchon.
Para muchos, hace algún tiempo desapareció de la vida pública (en 1962 ) un gran escritor como J.D. Salinger, autor de culto con su obra ""El guardián entre el centeno". Al mismo tiempo una persona desconocida, bajo el nombre de Thomas Pynchon aparece en la escena editorial de una manera muy fuerte. Esto despierta sospechas por cuanto no existe un editor que se arriesgue con un nuevo escritor sin pasar por la presentación oficial y las conferencias. Pynchon, quien para algunos se inventó un vida sin fotografías desde 1953, ha dado respuesta sobre su identidad con una serie de correspondencias y fotográfias viejas que probarían que él no es Salinger. En días recientes Pynchon ha publicado bajo su nombre "Against the day". Como me aburre eso de poner mucho cuidado con el autor, creo, que Pynchon no es un autor virtual de Internet, ni un grupo o colectivo de arte, creo en que es un autor que puede muy bien ser Salinger. Ahora, ¿quién es? sólo es un misterio más frente a un gran escritor. Espero con ansia poder tener en el país una buena traducción de su nueva novela, mientras tanto dejo la pregunta al que le interese ¿Thomas Pynchon es o no es Salinger?
P.D: esta entrada va sin links, pero hay mucha información sobre el tema en la red.

viernes, diciembre 01, 2006

Palabras 2

A Lobo, que le hace falta ver un espacio como éste para rastrear lo que queda de diario y de bitácora a un weblog:

En conversaciones recientes con Jorge Fraga se comentó la siguiente frase que aparecía suelta en un trabajo de grado: ‘La imagen vale más que mil palabras’. Sobre ella decía el autor del trabajo de grado que pertenecía a Parménides. Cuando escuché a Jorge decir en voz alta la consabida frase y comentar que nunca habría adivinado que alguien tan inteligente hubiera dicho tal bobada me dediqué a escuchar. La pregunta era sincera. ¿Qué imagen, sobre todo en el cine de los últimos años, valía más que mil palabras? ¿Qué imagen, sobe todo en el cine, podía condensar frases como ‘mi infancia son recuerdos de una plaza de Sevilla’?

Desde ahí nos vimos abocados los que estábamos en el vecindario a discutir sobre la capacidad de sugerencia de la imagen. Si esta frase era tan cierta frente al periodismo, recordando casos de famosos reporteros gráficos, más bien pocos. Esa capacidad de sugerencia y la vez de velo que consiste en el placer del texto muy pocas veces se encuentra en una buena imagen que cuente una historia. Ni que decir que la escritura cambió del jeroglífico al alfabeto y hoy volvemos (¿un retroceso?) al icono hipertextual. Sobre eso, Jorge defendió su postura en la que muchas imágenes no pueden decir más que bobadas antes que las mil palabras con una frase que suele usar en sus clases sobre el documental para definir la fuerte y poderosa sugerencia de la imagen y las palabras, todo el suspenso que pueden contener, y la belleza también. La frase es la siguiente: ‘La belleza de una mujer consiste en la felicidad que su presencia promete’.

Y bueno, bitácora personal: en días pasados fui feliz. Eso ya dice mucho de la niña.
Ahora, falta ver lo pat-ente según el ente de este estado de felicidad. Sobre esto, un aparte del poema sobre el ser de Parménides, ya que hay tanta gente dedicada a la poesía filosófica:
FRAGMENTO 6:
Necesario es decir e inteligir que lo ente es. Pues es ser
pero nada no es. Te intimo a que todo esto pienses.
Y primero de esta vía de indagación yo te aparto,
pero luego también de aquella por donde los mortales que nada saben
van errantes, bicéfalos: pues el desconcierto en sus
pechos dirige el errabundo noûs. Arrastrados,
sordos a a la vez que ciegos, estupefactos, masas indecisas
para quienes ser y no ser son lo mismo
y no lo mismo, y el sendero de todo es revertiente.