miércoles, abril 09, 2008

1948


Sólo el verdadero ser de la historia proyecta una sombra. y la proyecta en forma de ficción colectiva.
Hans Magnus Enzensberger

Es muy acertada esa idea que creo dominó parte del pensamiento de Alape, y que reseñó en el último libro antes de su muerte: la historia de Colombia es una historia llena de cadáveres insepultos. Como pensando en la llegada de cierto personaje de la tragedia griega. Conozco muy pocos hombres que se han atrevido a tapar un cadáver insepulto en este país tan violento, y es en la vida de uno de ellos en la que he estado pensando en estos días, una vida llena de heroísmo. A los demás, nos encanta ver las llamas arder sobre el cadáver insepulto del enemigo, nos encanta verlo reposar por meses sin que la familia, por temor, se atreva a reclamar el cuerpo. Arturo Alape sabía esto cuando describió, a la mejor manera de Enzensberger en su Corto verano de la anarquía, ese corto día en el que la anarquía se tomó Bogotá. Ese día, 9 de abril de 1948, el pueblo superó el caudillismo y el populismo liberal de su líder asesinado, puro amor, y el amor está relacionado con los movimientos anárquicos, el amor va contra el orden, y el pueblo amaba a quien llamó su jefe, ese pueblo reaccionó como un amante dolido ante la pérdida de su objeto amado, superó su liberalismo mientras mutaba el amor a la forma de venganza y luego a la forma de lucha. Luego esa lucha y sus esperanzas se desvanecieron con la traición de los tanques de guerra del ejército, y el probable asesinato interno del mayor que los comandaba por su suboficial; esa venganza que se transformó en borrachera y en la que, en medio de la resaca, se empezó a decidir la vida política del país repartida en unos cuantos, los de siempre, y cómo el pueblo se fue a lucha en la guerrilla liberal, y cómo en esa guerrilla liberal participó Tirofijo, y cómo la falta de inclusión política dio pie al M-19, y cómo Tirofijo, para escapar de la suerte de Guadalupe Salcedo, ese otro guerrillero liberal que se entregó para ser asesinado, hasta el día de hoy no se entrega. Y así, casi toda la historia de Colombia parece conectarse en ese hecho mítico, aunque sabemos que siempre hubo más historia antes, que antes de su muerte Gaitán movilizó al pueblo que el secretario del Partido Comunista debía considerar lumpen o la oligarquía plebe. Los historiadores más correctos, cualquiera que haya tan siquiera leído algo sobre el tema me podrá desmentir fácilmente al indicarme de forma correcta que, aquí en Colombia, en 1948 no hubo ningún movimiento anarquista que existiera previamente, que sólo fue el pueblo borracho con machetes a nombre del partido liberal. Esa es la historia correcta, pero a mí me gustan los mitos, y en mi forma particular de ver el mito, la anarquía apareció un momento en el espíritu liberal del pueblo colombiano, pero no apareció como un fantasma, sino como si siempre hubiera estado ahí. Así se escuchaba la oratoria de J. E. Gaitán unos días antes de su muerte, ante la multitud que lo aclamaba durante la marcha del silencio en el que Gaitán vio el río de fuego que convocó en esa marcha realizada con antorchas:

"En todo el día de hoy, Excelentísimo señor, la capital de Colombia ha presenciado un espectáculo que no tiene precedentes en su historia. Gentes que vinieron de todo el país, de todas las latitudes ¿de los llanos ardientes y de las frías altiplanicies¿ han llegado a congregarse en esta plaza, cuna de nuestras libertades, para expresar la irrevocable decisión de defender sus derechos. Dos horas hace que la inmensa multitud desemboca en esta plaza y no se ha escuchado sin embargo un solo grito, porque en el fondo de los corazones sólo se escucha el golpe de la emoción. Durante las grandes tempestades la fuerza subterránea es mucho más poderosa, y ésta tiene el poder de imponer la paz cuando quienes están obligados a imponerla no la imponen.


Señor Presidente: Aquí no se oyen aplausos: ¡Sólo se ven banderas negras que se agitan!


Señor Presidente: Vos que sois un hombre de universidad debéis comprender de lo que es capaz la disciplina de un partido, que logra contrariar las leyes de la psicología colectiva para recatar la emoción en un silencio, como el de esta inmensa muchedumbre. Bien comprendéis que un partido que logra esto muy fácilmente podría reaccionar bajo el estímulo de la legítima defensa".

El mito de Gaitán es en el fondo un mito de amor, el origen del conflicto en Colombia, es en mis sueños, en el fondo, un acto de amor y anarquía, que luego, al organizarse se convirtió en toda una tragedia política.
Hoy vuelvo a caminar por la carrera séptima, por la esquina en la que fue asesinado Gaitán, y un mes después de las marchas que lo recuerdan aún ondea un bandera roja y negra con la palabra U.N.I.R. (Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria) al lado del logo de McDonalds.

lunes, abril 07, 2008

Trenes Rigurosamente Vigilados



Gran película, una delicia. Delicada y alegre hasta las carcajadas, pero también triste, como una flor cayendo en medio de la nieve; delicada como las piezas de relojería de una bomba y precisa como el horario en que ha de llegar uno de esos trenes nazis rigurosamente vigilados.


Es un tanto distinta a la obra original (pese a tener al autor mismo de la novela, Bohumil Hrabal, escribiendo las escenas), pero esto es en parte por los problemas de producción del film en esa época como por la censura (moral y en menor medida política) imperante en la Checoslovaquia de entonces. Hay escenas que debieron resultar imposibles de filmar adecuadamente, como esa maravillosa escena en que el abuelo del joven protagonista Milos, que era un mentalista, se enfrenta él solo con el poder de su mente a las tropas alemanas (que está en el párrafo de la obra que aquí dejo al final); o ese sutil cambio del final de la novela con la ausencia de uno de sus personajes finales, en que relata la humanidad de una guerra, con descripciones como la belleza de un par de oficiales de la SS tan jovenes como el protagonista y con rostro de poetas o llenas de la humanidad de ese diálogo final de la novela que no está en la película; o la dificultad de mostrar la comparación entre la llegada de un tren cargado de judíos con el transporte de animales al matadero, en ese relato de una vaca que parió a su ternero muerto y aún lo llevaba prendido y pudriéndose dentro de sí; o el hecho de que las escenas nocturnas casi que desaparezcan del film.

Hay escenas que pertenecen en forma clara a la literatura y no tienen por qué estar en la película, y en esto acierta su director y el autor al sacrificarlas o no darles un contexto distinto de la acción, como la que acompaña la revisión de un mapa lleno de agujeros por tantos dobleces, agujeros tan grandes como Suiza o agujeros en el mapa en los que ahora se enfrentaban jóvenes dispuestos a morir.

Hay otras escenas que se enfrentaron a la censura oficial por considerarla explícitamente sexuales y son una fantasía plena, equiparable a ese erotismo inocente del protagonista, a la espera del primer beso y la curiosidad de la primera vez. Una escena en particular es famosa en la República Checa, y es la escena en que uno de los personajes, el asistente Hubichka, juega con la telegrafista (interpretada por una mujer muy muy hermosa de nombre Jitka Zelenohorská) en una noche tranquila, y el resultado de ese juego es que la mujer pierde algunas prendas y el asistente la extiende sobre la mesa, y le levanta la falda para ponerle los sellos oficiales de forma delicada:"Pero el asistente Hubichka miraba el cielo azul, y ahora yo también vi en el cielo, recostada de horizonte a horizonte, a Zdenichka, nuestra telegrafista; y vi cómo el asistente le subía tiernamente la falda, y tomaba uno tras otro los timbres de la estación, y con movimientos largos y suaves oprimía cada timbre contra las nalgas de la muchacha..".

Escena que así relata otra página (Radio Praha) su importancia en el cine Checo:

"Cuando vio la escena el director de entonces de la Cinematografía Checoslovaca, Alois Polednák, ordenó categóricamente: "¡Cortar!"El realizador de la película, Jirí Menzel, no estaba dispuesto a sacrificar una escena tan pintoresca y decidió lanzar el contrataque. Antes de ser sometida la película a censura, realizó un preestreno para los vecinos del pueblo de Lodenice, al oeste de Praga, donde se rodó el filme."No les escandaliza? ¿Debemos cortarlo?", preguntó Menzel después de la proyección."¡De ninguna manera! ¡Todo menos eso! ¿Por qué?", exclamaban los espectadores. El cineasta tenía el mejor argumento en la contienda con los censores:¡A los trabajadores les gustaba la película!La escena en que el disoluto subjefe de estación Hrdlicka estampa el timbre sobre las nalgas de la telegrafista Zdenicka le causó un problemilla a Josef Somr, el actor que interpretaba el papel del donjuanesco empleado de ferocarriles. Su padre no le perdonó el haber protagonizado una escena denigrante para el estamento de los ferrocarrileros... En la aldea natal de Josef Somr, Vracov, la mitad de los vecinos eran ferrocarrileros. La mamá del actor no salía de casa por vergüenza".

La película es una joya, una delicia, una delicada bomba de relojería que cae como una flor desde una altura fría a enseñarnos el valor cotidiano y el papel del amor en medio de un conflicto. La novela y la película enseñan eso que tal vez acá hemos perdido: la humanidad.

Fragmento:
"Este año, el año cuarenta y cinco, los alemanes ya no dominan el espacio aéreo de nuestra ciudad. Y menos aún el de toda la región, el del país. Los ataques de la aviación habían desbaratado las comunicaciones de tal manera que los trenes de la mañana pasaban al mediodía, los del mediodía por la tarde y los de la tarde por la noche, así que a veces sucedía que el tren de la tarde llegaba sin un minuto de diferencia, con lo que marcaba el horario, pero eso se debía a que era el tren de pasajeros de la mañana que llevaba cuatro horas de retraso.

Anteayer un caza enemigo ametralló encima de nuestra ciudad a un caza alemán hasta quitarle un ala. Y el fuselaje se incendió y cayó en algún lugar del campo, pero el ala aquella, al soltarse del fuselaje, arrancó varios puñados de tornillos y tuercas, que cayeron sobre la plaza y les abollaron las cabezas a unas cuantas mujeres. Pero aquella ala planeaba sobre nuestra ciudad, los que podían se quedaban mirándola, hasta que el ala, con un movimiento chirriante, se elevó por encima de la misma plaza, donde se juntaron los clientes de los dos restaurantes, y la sombra del ala aquella cruzaba la plaza corriendo hacia un lado y enseguida corría hacia el lado donde había estado un momento antes, porque el ala no dejaba de moverse como un péndulo enorme, que hacía huir a los ciudadanos en dirección contraria al sitio posible de su caída y mientras tanto emitía un ruido cada vez más fuerte y un sonido silbante. Y entonces dio un giro rápido y cayó en el jardín del decano. Y a los cinco minutos los ciudadanos ya se llevaban el metal y las chapas de aquella ala, para que enseguida, al día siguiente, aparecieran como techos de jaulas de conejos o gallineros; un ciudadano cortó esa misma tarde tiras de aquella chapa y por la noche se hizo en la moto unos hermosos protectores para las piernas. Así desapareció no sólo el ala sino también toda la chapa y las piezas del fuselaje del avión del Reich, que cayó en las afueras de la ciudad, sobre los campos nevados. Yo fui en bicicleta a mirarlo, media hora después de que lo derribaran. Y ya me encontré por el camino con los ciudadanos que arrastraban en sus carritos el botín que habían obtenido. Era difícil adivinar para qué les iba a servir. Pero yo seguía en la bicicleta, quería ver aquel aeroplano destrozado, yo no soportaba a la gente que siempre anda buscando algo, ¡qué va, qué voy a andar recogiendo o arrancando piezas, trastos! Y por el camino de nieve pisoteada, que conducía ya a aquella negras ruinas, venía mi padre; llevaba una especie de instrumento musical plateado y sonreía y agitaba aquellas tripas plateadas, una especie de tubitos. Sí, eran tubitos del avión, los tubitos por los que pasaba la gasolina, y hasta la tarde, en casa, no averigüé por qué estaba tan contento papá con aquel botín. Los cortó en trozos del mismo tamaño, les sacó brillo y después puso junto a aquellos sesenta tubitos relucientes su lápiz metálico, al que se sacaba la mina. Mi padre sabía hacer de todo, porque desde los cuarenta y ocho años estaba jubilado. Era maquinista y había conducido locomotoras desde los veinte, así que sus años de servicio valían el doble, pero los ciudadanos se volvían locos de envidia al pensar que mi padre podía vivir aún veinte o treinta años. Y además papá se levantaba aún más temprano que los que iban a trabajar. Por toda la región recogía cualquier cosa, tornillos, herraduras, se llevaba de los depósitos públicos cualquier trasto innecesario y lo almacenaba todo en casa, en el cobertizo y en el desván; una chatarrería parecía nuestra casa. Y cuando alguien decidía prescindir de unos muebles viejos, todo se lo llevaba nuestro padre, así que aunque en casa no éramos más que tres, teníamos cincuenta sillas, siete mesas, nueve canapés y montones de armarios y lavabos y jarras. Y hasta eso era poco para mi padre, salía en bicicleta a recorrer la región y aún más lejos, hurgaba en los depósitos con una barra de hierro y por la noche regresaba con el botín, porque todo podía servir algún día para algo, y servía, porque cuando alguien necesitaba algo que ya no se fabricaba, alguna pieza para el coche o la trituradora o la trilladora y no lo encontraba, venía a nuestra casa, y mi padre se ponía a pensar, la memoria lo conducía a algún sitio del desván o del cobertizo o a los montones que había en el patio, y entonces metía la mano en alguna parte y al cabo de un rato sacaba algún trasto que de verdad servía. Por eso mi papá solía ser el jefe de las campañas de recogida de chatarra, y cuando transportaba aquellos trastos de hierro a la estación, siempre pasaba frente a nuestro portal y dejaba caer parte del producto de aquella campaña de recogida. Y a pesar de so los vecinos eran incapaces de perdonarle. Debía de ser porque nuestro bisabuelo Lukás recibía un doblón al día de renta, y después, cuando llegó la República, en coronas. Mi bisabuelo nació en mil ochocientos treinta y en mil ochocientos cuarenta y ocho era tambor del ejército y como tal luchó en el puente de Carlos, donde los estudiantes les tiraban adoquines a los soldados y le acertaron a mi bisabuelo y lo dejaron inválido para toda la vida. Desde entonces cobraba la renta, un doblón diario, con el que se compraba cada día una botella de ron y un paquete de tabaco; y en lugar de quedarse sentado en casa, fumando y bebiendo, iba cojeando por las calles, por los caminos, pero a donde más le gustaba ir era a los sitios en los que la gente se dejaba la piel trabajando, y ahí se burlaba de aquellos obreros y bebía aquel ron y fumaba aquel tabaco, y por eso todos los años le daban al bisabuelo en algún lugar una paliza tal que el abuelo lo llevaba a casa en carretilla. Pero en cuando el bisabuelo se reponía, volvía a ponerse a preguntar quién lo pasaba mejor, hasta que volvían a darle otra paliza terrible. La caída de Austria le quitó al bisabuelo aquella renta, la que había recibido durante setenta años. Con la pensión que le dieron al llegar la República se acabaron el ron y los paquetes de tabaco. Y a pesar de eso todos los años seguían pegando al bisabuelo Lukás hasta dejarlo inconsciente, porque se seguía jactando de aquellos setenta años durante los cuales había tenido todos los días la botella de ron y el tabaco. Y en mil novecientos treinta y cinco el bisabuelo se fue a jactar delante de unos picapedreros a los que acababan de cerrarles la cantera y le dieron tal paliza que se murió. El doctor dijo que podía haber seguido viviendo tranquilamente otros veinte años. Por eso no había ninguna otra familia que cayese tan mal en la ciudad como la nuestra. Mi abuelo, para que la astilla no fuera tan distinta del palo, del bisabuelo Lukás, era hipnotizador y trabajaba en circos pequeños y toda la ciudad veía en su hipnotismo el deseo de hacer el vago toda la vida. Pero cuando los alemanes cruzaron en marzo nuestra frontera para ocupar todo el país y avanzaron en dirección a Praga, el único que fue hacia ellos fue nuestro abuelo, únicamente nuestro abuelo fue a hacerles frente a los alemanes como hipnotizador, a detener los tanques que avanzaban con la fuerza del pensamiento. Así que el abuelo iba por la carretera con los ojos fijos en el primer tanque, que dirigía la vanguardia de aquellos ejércitos motorizados. Y encima de aquel tanque estaba metido hasta la cintura en la cabina un soldado del Reich, en la cabeza llevaba un birrete negro con la calavera y las tibias cruzadas, y mi abuelo seguía de frente hacia ese tanque y llevaba los brazos estirados y con los ojos les infundía a los alemanes la idea, dad la vuelta y regresad... y de verdad, el primer tanque se detuvo, todo el ejercito se quedó quieto, el abuelo tocó aquel tanque con los dedos y siguió emitiendo la misma idea... dad la vuelta y regresad, dad la vuelta y regresad, dad la vuelta... y después un teniente hizo una señal con un banderín y el tanque se puso en marcha, pero el abuelo no se movió y el tanque lo atropelló, le arrancó la cabeza y ya no hubo nada que le cerrara el camino al ejército del Reich. Y después papá se fue a buscar la cabeza del abuelo. El primer tanque se detuvo antes de llegar a Praga, estaba esperando que llegase una grúa, la cabeza del abuelo había quedado aplastada entre las cadenas y las cadenas estaban tan retorcidas que papá pidió que le dejasen sacar la cabeza del abuelo y enterrarla después con el cuerpo, como corresponde a un cristiano. A partir de entonces, la gente de toda la región solía discutir. Unos gritaban que nuestro abuelo era un loco, los otros, que no del todo, que si todos se hubieran enfrentado con los alemanes como nuestro abuelo, con las armas en la mano, quién sabe cómo hubieran terminado los alemanes.

En aquella época vivíamos fuera de la ciudad, fue más tarde cuando nos trasladamos a la ciudad, y a mí, que estaba acostumbrado a la soledad, cuando llegamos a la ciudad se me estrechó el mundo. Desde entonces sólo cuando salía a las afueras, sólo así respiraba. Y cuando volvía, a medida que las calles y las callejuelas se estrechaban al cruzar el puente, me estrechaba yo también, siempre tenía y tengo y tendré la impresión de que detrás de cada ventana hay por lo menos un par de ojos que me miran. Cuando alguien me hablaba, me sonrojaba, porque tenía la impresión de que a todas las personas les molestaba algo de mí. Hace tres meses me corté las venas de las muñecas, y fue como si no tuviera motivo para hacerlo. Pero yo si tenía motivo y lo conocía y sólo me daba miedo que cualquiera que me mirase fuese a adivinar el motivo. Por eso detrás de cada ventana aquellos ojos. Pero ¿qué puede pensar una persona cuando tiene veintidós años? Yo podía pensar que la gente de nuestra ciudad me miraba porque me había cortado las venas para librarme del trabajo que ellos tenían que hacer en mi lugar, igual que lo habían hecho en lugar de mi bisabuelo Lukás y de mi abuelo Vilém, que era hipnotizador, y de mi papá, que había conducido una locomotora durante un cuarto de siglo sólo para no tener después nada que hacer.

Este año los alemanes ya no dominan el espacio aéreo de nuestra ciudad. Cuando llegué por el sendero hasta el fuselaje del avión, la nieve brillaba en los llanos y en cada cristalillo de nieve era como si hiciese tic-tac una manecilla pequeñísima de segundero, porque la nieve se quebraba bajo el calor del sol y se ponía de todos los colores, y oí que no sólo en cada cristalillo hacían tic-tac las manecillas, sino también en otra parte. El tic-tac de mi reloj se percibía con claridad, pero yo oía otro tic-tac más, y ese tic-tac salía del avión, de aquel montón. Y, en efecto, hacía tic-tac allí el reloj de la cabina, hasta marcaba la hora correcta y yo la comparé con las manecillas de mi reloj. Y después vi que un poco más abajo había un guante iluminado por el sol, y sentí perfectamente que el guante no estaba solo, que dentro de él estaba la mano de un hombre, y que la mano no estaba sola sino en un brazo y el brazo en un cuerpo humano que estaba en algún lugar debajo de aquellos restos. Y con todo el peso del cuerpo me apoyé en el pedal de la bicicleta; por todas partes sonaban las manecillas de los segunderos, empujadas por la luz del sol, y por las vías a lo lejos resoplaba un tren de carga, resoplaba con alegría; era un tren carbonero, volvía de la cuenca de Most, seguro que de ciento cuarenta ejes, y a la mitad del tren se había quedado trabada la zapata de un freno, estaba al rojo y el metal goteaba sobre el riel, pero la locomotora del Reich arrastraba con alegría aquel vagón trabado.

Mañana ya estaré junto a las dos vías de mi estación, en la que todos los trenes que vayan de oeste a este estarán señalados, de acuerdo con el horario, con números impares, y en cambio los trenes que se dirijan de este a oeste, con números pares. Volveré después de tres meses a dirigir el tráfico, volveré a estar en la estación, por la que pasan las dos vías principales, y la vía de paso de oeste a este tiene el número uno y la segunda vía de paso de este a oeste tiene el número dos y después a partir de la vía número uno todas las vías a mano derecha tienen números impares, tres, cinco, siete y eso, y todas las vías a mano derecha de la vía de paso número dos tienen números pares, cuatro, seis, ocho, diez y eso. Claro que eso es para nosotros, para los empleados de los ferrocarriles del Estado, todos estos números, porque desde el punto de vista de un pasajero que está en el andén de la estación, por ejemplo en mi estación, entonces la primera vía es la quinta, la segunda vía es la tercera, la tercera vía es la primera, la cuarta vía es la segunda... Y mañana por la mañana temprano me pondré el uniforme, los pantalones negros y la camisa azul, el abrigo del uniforme con botones de bronce que mamá me limpia con sidol, y después me abrocharé el precioso cuello que lleva tanto en el abrigo como en la capa el mismo distintivo, por el cual cualquier ferroviario reconoce cuál es mi categoría en el servicio. El botón del cuello le indica a cualquiera que tengo la reválida. Y luego la preciosa estrella bordada con hilo dorado pone en conocimiento de todos que soy aspirante a factor. Y además brilla en el cuello el distintivo más hermoso, una rueda alada parecida a un hipopótamo dorado. Y por la mañana saldré cuando aún sea de noche, mamá me estará mirando, estará inmóvil tras la cortina, igual que detrás de todas las ventanas junto a las que pase, detrás de todas habrá gente igual que mi madre, me observarán con un dedo en la cortina y yo seguiré andando hacia el río y allí en el sendero respiraré, como siempre, porque a mi no me gusta ir al trabajo en tren; así junto al río respiro con más libertad, aquí no hay ventanas, ninguna trampa, ninguna aguja clavada desde atrás en la nuca".

domingo, abril 06, 2008

Réquiem


Película en la selección de Eurocine.


Esta película alemana muestra en forma muy clara la diferencia entre el cine europeo y el norteamericano. Sé que puedo dañar un poco la película, pero igual el subtitulo que le han puesto en Colombia no ayuda mucho, ya que aquí la traducen como: "Requiem: la posesión". De todas formas uno aún no sabe a qué uso exacto de la palabra posesión quiere el título inferir. La primera escena se abre con el típico estereotipo europeo del personaje principal en su bicicleta por un campo de esos muy europeo. El personaje principal en este caso es una niña llamada Micaela, de 21 años, que vive en Alemania bajo el cuidado de unos padres muy católicos y una madre muy controladora que utiliza la excusa de la enfermedad de su hija para ejercer este su autoridad y exorcizar sus demonios de guerra. La textura de la imagen de la película y la saturación de su color nos deja ver en forma clara la época: son los años 70, y la joven Micaela quiere ir a estudiar a la gran ciudad pese a la fuerte oposición de su madre. Ayuda también esa cámara en constante movimiento que casi nos acerca a la sensación de estar ante un documental o una película filmada en la época.

Es en la ciudad en que Micaela conocerá las fiestas, el rock, el amor y la juventud. Pero encontrará en la enfermedad toda la encarnación de sus demonios morales, y estos demonios aparecen como el perfecto chivo expiatorio de su situación. Acá veremos los demonios de la sociedad luchando en la modernidad, el enfrentamiento más puro entre razón y fe, entre creencia y ciencia. Los lazos familiares descoyuntados con la experiencia traumática.

El mismo tema ha sido tratado por el cine gringo con una inauguración de un género en un caso y un pésimo resultado en el mismo género en el segundo, pero afortunadamente Requiem hace caso omiso a contar la historia desde la perspectiva 'show', y así para muchos la película es de género Drama y para otros pocos (gringos en su mayoría) es de género Terror, se desarrolla en mi apreciación como todo un drama psicológico que llega asustar en cuanto tal, sólo el drama y el sufrimiento de Micaela es horrible y el retrato psicológico del personaje (excelente actuación) es triste y aterrador con la distancia de los años, sin nada sobrenatural, que por cierto es algo que la película nunca toca.

La historia tiene una base real: pero si la cuento dañaría la película. Pero al final de la misma cuentan esa historia.

Como me ha ocurrido con las últimas películas alemanas que he visto, la música que acompaña estas cintas son todo un lujo. Requiem, aunque usa pocas canciones, tiene una muy buena selección, muy acorde con las escenas que vemos.

Director: Hans-Christian Schmid.
Año: 2006.
Duración: 93 min.
Género: Drama.
Interpretación: Sandra Hüller (Micaela Klingler), Burghart Klaussner (Karl Klingler), Imogen Kogge (Marianne Klingler), Anna Blomeier (Hanna Imhof), Nicholas Reinke (Stefan Weiser), Jens Harzer (Martin Borchert), Walter Schmidinger (Gerhard Landauer).
Guión: Bernd Lange.

Estreno en Alemania: 2 Marzo 2006.

miércoles, abril 02, 2008

Ne le dis à personne

Una de fogueo:

No le digas a nadieY bien, empezó Eurocine 2008. Sabía que el lanzamiento iba bien. La película de la inauguración tiene como título No le digas a nadie, y es una frase inaudible dentro de ella pero que configura todo el drama. Un hombre, Alex, escucha una noche el asesinato de su esposa y antes de llegar a donde escucha sus gritos es golpeado y se desmaya. 8 años después recibe un mail en que le es dada una cita virtual, con el subtexto de No le digas nadie. Al cumplir la cita, Alex ve una filmación en vivo de alguna calle concurrida, y en ella aparece una figura femenina, muy parecida a su desaparecida mujer, que mira unos segundos a la cámara y parece susurrar Ne le dis à personne o I´m sorry. Ahí empieza un muy buen trhiller que hace permanecer atento al espectador durante 125 minutos, y eso es todo un logro del director Guillaume Canet. La tensión se deja notar en muchas escenas y mi catálogo de Eurocine llegó a mi casa bastante arrugado por esa presión. En particular hay una persecución muy bien hecha que me hizo acercarme aún más a la pantalla con mi cuerpo. Aunque a algunos no les gustó el final a mi me pareció sólo sencillo frente a lo complejo de la narración, una historia que lo suelta a uno en una serie de intrigas, persecuciones y asesinatos sin tan siquiera una pista, tal como lo hace el protagonista. Aunque algunas de las subtramas quedan sin un posterior desarrollo, la película logra ser completa y cerrar bien su historia principal. Era muy duro competir como película de apertura con La vida de los otros, pero salió airosa. Es una muy buena película que no cae en el común de las películas francesas cargadas de drama pasional o de romance.

Mucha acción y mucho suspenso. Al ver la película sentí ahí el acento de una novela que se encuentra entre una policiaca y una novela negra. La narración parecía más propia de Agatha Christie en algunos apartes. Al llegar a casa y revisar la ficha de la película encuentro que está basada en la novela de un norteamericano llamado Harlan Coben, titulada Tell no one. Habrá que leer las cosas del hombre pues parece un buen exponente del género. En su página web hay un extracto que aquí dejo:


I checked the computer's clock. It was hooked into some satellite that gave the exact time: 6:04.32 PM
Ten minutes and twenty-eight seconds to go.
To go to what?
The phones kept ringing. I tuned them out and drummed my fingers. Under ten minutes now. Okay, if there were going to be a change in the hyperlink, it would have probably happened by now. I put my hand on the mouse and took a deep breath.
My beeper went off.
I wasn't on-call tonight. That meant it was either a mistake - something made far too often by the clinic night operators -- or a personal call. It beeped again. Double beep. That meant an emergency. I looked at the display.
It was a call from Sheriff Lowell. It was marked “Urgent.”
Eight minutes.
I thought about it, but not for very long. Anything was better than stewing here with my own thoughts. I decided to call him back. I picked up the office phone, dialed nine to get an outside line, then the number on the LCD.
Lowell again knew who it was before he picked up. “Sorry to bother you, Doc.” Doc, he called me now. Like we were chums. “But I just have a quick question.”
I put my hand back on the mouse, moved the cursor over the hyperlink, and clicked. The web browser stirred to life.
“I'm listening,” I said.
The web browser was taking longer this time. No error message appeared.
“Does the name Sarah Goodhart mean anything to you?”
I almost dropped the phone.
“Doc?”
I pulled the receiver away and looked at it as though it'd just materialized in my hand. I gathered myself together a piece at a time. When I trusted my voice, I put the phone back to my ear. “Why do you ask?”
Something started coming up on the computer screen. I squinted. One of those sky cams actually. Or street cam, I guess you'd call this one. They had them all over the web now. I sometimes used the traffic ones, especially to check out the morning delay on the Washington Bridge.
“It's a long story,” Lowell said.
I needed to buy time. “Then I'll call you back.”
I hung up. Sarah Goodhart. The name meant something to me. It meant a lot.
What the hell was going on here?
The browser stopped loading. On the monitor, I saw a street scene. The rest of the page was blank. No banners or titles. I knew you could set it up so that you only grabbed a certain feed. That was what we had here.
I checked the computer clock. 6:12.18 PM
The camera was pointing down at a fairly busy street corner, from maybe fifteen feet off the ground. I didn't know what corner it was or what city I was looking at. It was definitely a major city though. Pedestrians flowed mostly from right to left, heads down, shoulders slumped, briefcases in hand, downtrodden at the end of a work day, probably heading for a train or bus. On the far right, I could see the curb. The foot traffic came in waves, probably coordinated with the changing of a traffic light.
I frowned. Why had someone sent me this feed?
The clock read 6:14.21 PM. Less than a minute to go.
The feed was black and white. The way the shades of gray lit the worker-bees against the asphalt was almost artistic. A Bergman film maybe. Something like that. I kept my eyes glued to the screen and waited for the countdown as though it was New Year's Eve. My pulse started speeding up. Ten, nine, eight....
Another tidal wave of humanity passed from right to left. I took my eyes off the clock. Four, three, two. I held my breath and waited. When I glanced at the clock again, it read: 6:15.02 PM
Nothing had happened - but then again, what had I expected?
The human tidal wave ebbed and once again, for a second or two, there was nobody in the picture. I settled back, sucking in air. A joke, I figured. A weird joke, sure. Sick even. But nonetheless---
And that was when someone stepped out from directly under the camera. It was as though the person had been hiding there the whole time.
I leaned forward.
It was a woman. That much I could see. Short hair, but definitely a woman. From my angle, I hadn't been able to make out any faces so far. This was no different. At least, not at first.
The woman stopped. I stared at the top of her head, almost willing her to look up. She took another step. She was in the middle of the screen now. Someone else walked by. The woman stayed still. Then she turned around and slowly lifted her chin until she looked straight up into the camera.
My heart stopped.
I stuck a fist in my mouth and smothered a scream. I couldn't breathe. I couldn't think. Tears filled my eyes and started spilling down my cheeks. I didn't wipe them away.
I stared at her. She stared at me.
Another mass of pedestrians crossed the screen. Some of them bumped into her, but the woman didn't move. Her gaze stayed locked on the camera. She lifted her hand up as though reaching toward me. My head spun. It was as though whatever tethered me to reality had been severed.
I was left floating helplessly.
She kept her hand raised. Slowly I managed to lift my hand. My fingers brushed the warm screen, trying to meet her halfway. More tears came. I gently caressed the woman's face and felt my heart crumble and soar all at once.
“Elizabeth,” I whispered.
She stayed there for another second or two. Then she said something into the camera. I couldn't hear her, of course, but I could read her lips.
“I'm sorry,” my dead wife mouthed
And then she walked away.


El lanzamiento, bien como siempre. Al inicio esperé a la Tats para entrar y mientras hacía fila pasó un señor ofreciendo una tarjeta de una empresa de casting a la persona que estaba detrás mio. La niña lo despidió y conversamos un rato sobre la película, era de alguna embajada y ya más adelante la vi cerca a la niña Tornatore. Como siempre encontré muchas personas conocidas: Tatiana, la Pirry, Kate, y hasta a Winter creo que vi por ahí. Tengo algunas entradas más así que estaré pendiente de otras películas de este Eurocine.

Schwarzfahrer: el pasajero negro

Una de verdad:

Hace unos días estoy colaborando en un trabajo que tiene que ver con las comunidades afrocolombianas en una ciudad muy conflictiva de este país. Por lo tanto he estado más receptivo que de costumbre a este tema. El día de hoy, una serie de posts y una información por twitter me ponen sobre aviso en el tema del racismo.

El primer post me llegó por referencia de La Petite Claudine y dejaba muy clara la pregunta por si el racismo está en nuestra mirada pervertida o no, cuando ella rastrea un artículo sobre una de las portadas de Vogue en las que aparece LeBron James y Gisele Bündchen y cómo la crítica la asoció a una famosa imagen del cine.


Por favor, hay que ser muy retorcidos para hacer este tipo de asociaciones. Casi me voy para atrás cuando dicha imagen del cine aparece asociada a una cuestión mucho más macabra, relacionada en una mezcla entre la moral y el machismo en la cultura pop española, reseñada por El blog ausente. Las viñetas (favor ver las viñetas en el anterior link) que reseña este blog valen la pena, y en ella encontramos como la figura del King Kong aparece en una cartilla erótica de los años 70 a devorar un par de lesbianas, como si la figura que castiga el pecado fuera el imaginario machista.

No me repongo de estos golpes cuando por twitter, gracias a cine al oído, me entero de un cortometraje reseñado como El pasajero negro, al parecer ganador del premio Oscar en 1994. En este cortometraje me queda claro que el racismo no está tanto en nuestra percepción como en nuestra falta de acción. Es curioso ver en el docuental cómo los comentarios racistas de una ancianita alemana pasan por los oídos de todos y naide escucha, así todos estén prestando atención. Me imagino que es lo mismo con el nacionalismo. El cortometraj es muy bueno y dura sólo unos 10 minutos:



Schwarzfahrer.(German.Kurzfilm)
Cargado por cinealoido

Después de esto me siento como si estuviera en medio del debate de si el libro Cómo leer al pato Donald es aún vigente o no.

No al racismo, No a los nacionalismos

y a los otros:

¡No pasarán!


P.D: de verdad que liberen a Ingrid. No es casualidad que sea en el mes de abril un día nefasto para la historia colombiana. Soy de la opinión de que un movimiento nacional de víctimas de todas las formas de violencia y de todas las formas de terrorismo es lo que necsita este país como brújula moral para detener la guerra. para mí, este movimiento sólo podría estar liderado por Ingrid. La crisis moral de este país tocaría fondo con su desaparición.

martes, abril 01, 2008

Lady Snowblood

Hace un tiempo mencioné que iba a publicar en este blog 'una de verdad y una de fogueo'. Vamos a intentar volver al ejercicio.


La de fogueo de hoy está relacionada con el domingo en que se retransmitió Kill Bill, en el cual no pude quitarme de la cabeza una de las películas que le da el alma a la obra de ese comentarista medieval en que se convierte Tarantino. La película se llama Lady Snowblood dirigida por Toshiyo Fujita (proviene del manga Shurayuki-hime, y llegó a mi a través de Plotino, de quien es también la idea de Tarantino como un glosista medieval que embellece textos antiguos). Claro que hay más películas que están por debajo de Kill Bill como La novia vestida de negro de Truffaut, pero algo falta: la sangre. Por eso no lograba quitármela de la cabeza. En mis lecturas hay sangre y cuerpos por todos lados. El trailer de Lady Snowblood aquí sigue, y vale la pena verlo por la sola canción, interpretada por su protagonista Meiko Kaji.

Al parecer no voy a una biblioteca o a una librería sino a una carnicería: señor, por favor me vende unas Tripas como en el libro Fantasmas de Palahniuk, un centro de muslo a lo Dalia Negra de James Ellroy y por favor me regala una libra de carne al corte Veneciano de Shake-speare, un corazón seco a lo Cormack McCarthy y que no se me olvide que necesito unos huesos bien carnudos a lo Joseph Conrad. Como dijo un día el Perro Zombi: hoy es día de wok.
P.D: se viene Eurocine 2008 :) con una muy grata sorpresa. Tiene que ver con Bohumil Hrabal.