miércoles, abril 09, 2008

1948


Sólo el verdadero ser de la historia proyecta una sombra. y la proyecta en forma de ficción colectiva.
Hans Magnus Enzensberger

Es muy acertada esa idea que creo dominó parte del pensamiento de Alape, y que reseñó en el último libro antes de su muerte: la historia de Colombia es una historia llena de cadáveres insepultos. Como pensando en la llegada de cierto personaje de la tragedia griega. Conozco muy pocos hombres que se han atrevido a tapar un cadáver insepulto en este país tan violento, y es en la vida de uno de ellos en la que he estado pensando en estos días, una vida llena de heroísmo. A los demás, nos encanta ver las llamas arder sobre el cadáver insepulto del enemigo, nos encanta verlo reposar por meses sin que la familia, por temor, se atreva a reclamar el cuerpo. Arturo Alape sabía esto cuando describió, a la mejor manera de Enzensberger en su Corto verano de la anarquía, ese corto día en el que la anarquía se tomó Bogotá. Ese día, 9 de abril de 1948, el pueblo superó el caudillismo y el populismo liberal de su líder asesinado, puro amor, y el amor está relacionado con los movimientos anárquicos, el amor va contra el orden, y el pueblo amaba a quien llamó su jefe, ese pueblo reaccionó como un amante dolido ante la pérdida de su objeto amado, superó su liberalismo mientras mutaba el amor a la forma de venganza y luego a la forma de lucha. Luego esa lucha y sus esperanzas se desvanecieron con la traición de los tanques de guerra del ejército, y el probable asesinato interno del mayor que los comandaba por su suboficial; esa venganza que se transformó en borrachera y en la que, en medio de la resaca, se empezó a decidir la vida política del país repartida en unos cuantos, los de siempre, y cómo el pueblo se fue a lucha en la guerrilla liberal, y cómo en esa guerrilla liberal participó Tirofijo, y cómo la falta de inclusión política dio pie al M-19, y cómo Tirofijo, para escapar de la suerte de Guadalupe Salcedo, ese otro guerrillero liberal que se entregó para ser asesinado, hasta el día de hoy no se entrega. Y así, casi toda la historia de Colombia parece conectarse en ese hecho mítico, aunque sabemos que siempre hubo más historia antes, que antes de su muerte Gaitán movilizó al pueblo que el secretario del Partido Comunista debía considerar lumpen o la oligarquía plebe. Los historiadores más correctos, cualquiera que haya tan siquiera leído algo sobre el tema me podrá desmentir fácilmente al indicarme de forma correcta que, aquí en Colombia, en 1948 no hubo ningún movimiento anarquista que existiera previamente, que sólo fue el pueblo borracho con machetes a nombre del partido liberal. Esa es la historia correcta, pero a mí me gustan los mitos, y en mi forma particular de ver el mito, la anarquía apareció un momento en el espíritu liberal del pueblo colombiano, pero no apareció como un fantasma, sino como si siempre hubiera estado ahí. Así se escuchaba la oratoria de J. E. Gaitán unos días antes de su muerte, ante la multitud que lo aclamaba durante la marcha del silencio en el que Gaitán vio el río de fuego que convocó en esa marcha realizada con antorchas:

"En todo el día de hoy, Excelentísimo señor, la capital de Colombia ha presenciado un espectáculo que no tiene precedentes en su historia. Gentes que vinieron de todo el país, de todas las latitudes ¿de los llanos ardientes y de las frías altiplanicies¿ han llegado a congregarse en esta plaza, cuna de nuestras libertades, para expresar la irrevocable decisión de defender sus derechos. Dos horas hace que la inmensa multitud desemboca en esta plaza y no se ha escuchado sin embargo un solo grito, porque en el fondo de los corazones sólo se escucha el golpe de la emoción. Durante las grandes tempestades la fuerza subterránea es mucho más poderosa, y ésta tiene el poder de imponer la paz cuando quienes están obligados a imponerla no la imponen.


Señor Presidente: Aquí no se oyen aplausos: ¡Sólo se ven banderas negras que se agitan!


Señor Presidente: Vos que sois un hombre de universidad debéis comprender de lo que es capaz la disciplina de un partido, que logra contrariar las leyes de la psicología colectiva para recatar la emoción en un silencio, como el de esta inmensa muchedumbre. Bien comprendéis que un partido que logra esto muy fácilmente podría reaccionar bajo el estímulo de la legítima defensa".

El mito de Gaitán es en el fondo un mito de amor, el origen del conflicto en Colombia, es en mis sueños, en el fondo, un acto de amor y anarquía, que luego, al organizarse se convirtió en toda una tragedia política.
Hoy vuelvo a caminar por la carrera séptima, por la esquina en la que fue asesinado Gaitán, y un mes después de las marchas que lo recuerdan aún ondea un bandera roja y negra con la palabra U.N.I.R. (Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria) al lado del logo de McDonalds.

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