Tablón de anuncios
En la antología Recuerdos Inventados, Vila-Matas realiza una visita a un viejo bar de viejos hombres de mar, que habían aprendido la mirada profunda en los días de frío y bruma, que habían aprendido la mirada lejana escondiendo sus ojos del reflejo ondulante del sol de medio día en mares tranquilos.
Imagino a estos hombres de mar acercandose en las madrugadas a las playas de los puertos, inexpresivos, ya muy lejos de cualquier salvación, intentado olvidar el recuerdo -que es lo único que poseen y debe ser sólo uno- se embarcan en otro viaje, a pescar atunes, traficar perlas preciosas en la isla de sirenas, y en ese instante las gaviotas levantan el vuelo rompiendo la luz naranja del alba.
Desde el nido del àguila han visto lejos y profundo, pero saben que su visión, y las cosas vividas que le dieron forma, conforma historias dignas de algún aprendizaje. Por eso creo con Walter Benjamin que las buenas historias del capitan de navío no están en su cabeza sino en la pipa que porta, es la pipa la que ha sido el testigo fiel, el instrumento esencial del narrador de popa.
En la historia de Vila-Matas todos esos hombres habían tenido muchas vidas, las dejaban consignadas en un tablón. Lo que aquí siga podría ser el mensaje caído del tablón, pisoteado y barrido en la mañana en que un viejo hombre de mar parte en busca de perlas a la isla de las sirenas en un viaje de presagiadas tormentas. es defintivo, el hombre muere en el viaje, su historia del tablón se pierde, pero en un mercado de pulgas en alguna costa africana aparecerá una vieja pipa que contará las siguientes historias.
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