"Fate miró el suelo, sonriendo, y se dio cuenta del que el crepúsculo del desierto había teñido las baldosas de un color rojo muy suave.
–Soy periodista –dijo.
–Va a escribir acerca de los crímenes –dijo el cocinero.
–No sé de qué habla, voy a cubrir el combate de boxeo de este sábado –dijo Fate".
Roberto Bolaño, 2666
Foto de espn: Oscar Díaz (izq) vs Delvín rodríguez (der).
Casi pude ver en directo morir a un hombre mientras gritaba emocionado, pero hoy leí sobre tantas muertes en tan poco tiempo sin emoción alguna; al final de este post, sólo al final, encontrarán la sangre, las 800 balas, las cabezas cortadas, el asalto con metralletas a una estación de comandancia de la policía mexicana que contaba con más de 100 efectivos, más balas de fusil, de 9 milímetros, los ajusticiamientos, todo eso en menos de 6 horas, el horror, la sangre, el espejo. Pero antes de eso, en mi experiencia personal, está el prodigio. Antes de eso están los ojos inyectados de la sangre producto de la hemorragia cerebral de un boxeador y después de eso vendrán las drogas y la mafia.
Desde hace algún tiempo estoy viendo peleas de boxeo. El viernes, por ejemplo, observé el combate del ‘Toro’ Gutiérrez, un colombiano del peso welter. Peleaba contra un norteamericano, un hombre negro y duro que nunca se cansó en los 8 asaltos en los que se prolongó el combate. El americano usó una pantaloneta ridícula de colores amarillo y violeta. Miller es su nombre, y tiene trenzas en su cabello.
Cuando Miller giraba para intentar un uppercut se le podía ver la gran cicatriz de una cuchillada en su espalda, arriba del hombro derecho. El norteamericano tenía al final de la pelea los ojos inyectados en sangre y caminaba de un lado a otro, miraba a la distancia, hacia algo mucho más lejano que el boxeador que se aferraba a su cuerpo, miraba con esos ojos rojos más allá del guante que venía a su rostro en los continuos jabs del colombiano, miraba tal vez a una casa sencilla de algún gueto de Texas, a su mujer sentada frente al televisor viendo la pelea con las luces bajas, a sus amigos raperos hundidos en una pobreza que no quieren aceptar. El colombiano siempre acertaba sus rectos y cruzados, buscaba la boca del estómago con su puño como si fuera una espada y aunque el americano se cayó solo en unas tres ocasiones (una vez, arrinconado en una esquina y tras ser separados ambos por el árbitro, subió los brazos y dio dos pasos con fuerza en dirección al colombiano para caer de rodillas) el combate fue declarado por los jueces como un empate.
El boxeo es un deporte rudo. Norman Mailer decía que en el boxeo, como en la vida, si ves venir los golpes los puedes aguantar, no importa qué tan duro te peguen, el problema es cuando sale un golpe que no te esperabas. La semana pasada, en otra noche de boxeo, este deporte fue en particular aterrador más que rudo cuando un boxeador no vio venir un golpe. La pelea era en San Antonio, Texas, y estaba pactada a 12 asaltos. Oscar Díaz, de 25 años, usaba una pantaloneta blanca. Recuerdo que fue una buena pelea. Díaz peleó contra un dominicano, Delvin Rodríguez, de pantaloneta blanca con raya roja, quien le estaba dando una verdadera paliza, a la que respondía Díaz con fuerza y decisión más que con un buen movimiento en el ring. El tipo de estrategia de pelea de Díaz era la de me dejo dar unos dos o tres golpes para poder pegarte uno bueno.
Oscar Díaz nunca cayó en medio del combate;lo estaban velando de pie y seguía aguantando los golpes. No hubo conteo. Finalizó el onceavo asalto y quedaba uno para la decisión de los jueces. Díaz se retiró a su esquina y parecía no encontrar su asiento, su entrenador estiraba una mano como un salvavida en el mar de sangre que era su rostro. El juez se le acercó y le preguntó en inglés, Kid, are you OK? Y se escuchó en la transmisión de su micrófono de camisa un Aghhhh, un sonido animal que acompañó de un movimiento de su guante que apartó al árbitro, lo que pareciera decir No me molestes. Dio un paso en falso a la izquierda, otro atrás y uno más la derecha para terminar intentado coger la cuerda superior. El arbitro lo sostuvo de su torso pero no pudo agarrarse bien a la cuerda y cayó sobre la lona. Antes de caer su rostro observó el público, justo al frente y a la distancia estaba la cámara que transmitía en directo. Parecía alguien colgado de una cornisa, quien muy cansado para sostenerse mira por última vez esa delgada saliente que agarra con tres dedos y lo separa del vacío y la caída libre. Se irguió por completo, no se curvó su torso, sólo estuvo ahí de pie, puso su guante derecho sobre la cuerda superior utilizándola como apoyo. Era como uno de los caídos del 9-11 en las Torres Gemelas, que un instante de lucidez comprende que ha perdido, luego se resigna y se suelta.
Se desprendió muy lento. No caía como si fuera un desmayo, caía recto de espaldas. Era como sin un golpe fantasma le hubiera llegado tarde, en realidad un boxeador no espera un golpe fantasma en medio de los asaltos cuando se supone que nada te debe golpear y estàs descansando en tu esquina. Nunca hubo conteo, era el intermedio de la pelea y no había ninguna mujer en bikini con la pancarta del número 12 sobre el cuadrilátero.
El árbitro cruzó las manos por encima de la cabeza y dio por terminado el encuentro, y en el mismo gesto llamó al médico. Fueron pocos segundos, no más de dos minutos en los cuales Díaz no respondía. Pasó el médico y no respondió. No respondió mientras lo aseguraban en la camilla. El dominicano pasó de la euforia y el salto del ganador a una clara preocupación. Las cámaras enfocaban a su familia, posiblemente su hermana mayor y su madre, vestidas ambas con camisetas negras en las que se apreciaba su nombre y una fotografía levantando los guantes. Díaz fue llevado al hospital en Texas. Al cuidado de la sala de urgencias le fue retirada una parte de su cráneo para aliviar la presión por la hinchazón del cerebro. Según la prensa local y especializada, Díaz se encuentra estable en un estado de coma, del que los doctores dicen que debería recuperarse.
El boxeo es un deporte rudo. En algunos casos toca el horror y los crímenes que no ocurren en el cuadrilátero. ‘Sonny’ Liston era uno de esos hombres rudos, con fama de matón. Algún día hablaré de las relaciones de la mafia con Liston, de su vida. Pienso también en cómo un boxeador termina subido en el helicóptero de rescate de Ingrid Betancourt, y es el primero que acierta un golpe en la cara de alias ‘César’ (¿el ojo morado?). Pero hoy es el turno para hablar de Edgar Santana, quien se alistaba a pelear un título mundial de su categoría. Santana, también conocido como ‘El Chamaco’ y que había ganado 24 de sus 27 peleas, 15 de ellas por knock out, fue detenido este viernes junto a 11 personas más por su supuesta participación en una red internacional de tráfico de cocaína. En su detención se incautaron 450.00 dólares y varias libras de coca.
El boxeo deja ver algunas cosas, caracteres inolvidables. Como el personaje de Fate en la novela
2666 de Roberto Bolaño, quien en el mundo del boxeo encuentra el rastro de los crímenes en el que aparecen personas que muestran en un momento el brillo de su vida como el reflejo de un cuchillo en una pelea nocturna. A veces, si sigues el rastro de los boxeadores puedes ver también los vertederos de la ciudad. Presencias, como en esa selección de relatos de James Ellroy esa
Ola de Crímenes. Estás atento a todo, golpeado y golpeando, reblandecido por la vida y por los medios. La semana pasada casi vi morir un hombre (aún espero que salga del coma) y grité emocionado en la pelea. El día de hoy leí una noticia y era casi como si viera morir a varios hombres, pero no tuve voz para decir nada. Una pareja fue asesinada por la mafia saliendo de un supermercado; un hombre fue decapitado y la policía aún coteja que la cabeza encontrada encaje con un cuerpo decapitado abandonado unos 200 metros atrás; un comandate de policía fue asesinado en la oficina dentro de su estación, rodeado por más de 100 efectivos, como si un par de narcos se hubiera sentado en medio de mezcal y coca a ver Terminator I para inspirarse. Pensé de inmediato en
La parte de los crímenes de Bolaño. Esa redacción tan anormal en Bolaño, llena de puntos seguidos, como si fuera un informe, un dossier de prensa, un comunicado oficial. Pero había algo más en esta noticia del diario El País de España. Ver esta noticia es como asistir en directo al horror, escuchando mudo a un público que grita emocionado bebiendo sus cervezas y comiendo sus snacks. Ellos buscan con su golpes la boca de mi estómago como si fueran una espada. Me falta el aliento. Yo ya no puedo comentar las estupideces de afirmaciones
como estas, ni ver emocionado cosas como las noticias que siguen, ¿puedes ver el rostro de Díaz antes de caer, cuando levanta su rostro? ¿Hacia dónde miraba Miller? ¿Quién se atreve a mirar lo que vio el decapitado de Ciudad Juárez? ¿Cómo llamar esto? ¿Ola de asesinatos? ¿Lo bañaron de plomo?
Ola de asesinatos en Ciudad Juárez
La ciudad mexicana sufre once asesinatos en menos de seis horas
EFE - México - 20/07/2008
La localidad mexicana de Ciudad Juárez, fronteriza con El Paso (Texas, EEUU), ha vivido este sábado una jornada de intensa violencia con once asesinatos en menos de seis horas, según ha informado la Procuraduría General de Justicia de Chihuahua (PGJCh).
En el primer suceso fallecieron acribillados a balazos una mujer y un hombre sin identificar. Las víctimas salían de un supermercado cuando fueron abatidas, según datos de la fiscalía de Chihuahua, cuyos peritos encontraron unos ochenta casquillos de bala en la zona. A la misma hora tuvo lugar el segundo crimen cuando, tres personas fueron asesinadas a balazos en otra zona de la ciudad, a las afueras de una tienda de alimentación
Dos horas más tarde, hacia las 23.00, fue asesinado por un grupo de desconocidos con armas 9 milímetros un joven de 25 años en la colonia Mariano Escobedo de la ciudad, y a la misma hora la policía recibió otra denuncia del crimen de otra persona en un bar, donde se hallaron ocho casquillos de 9 y 40 milímetros.
La lista de asesinatos continuó a las 01.12 (hora local) cuando una mujer de unos veinte años y un varón de treinta fueron acribillados. A esa misma hora en otro punto de la ciudad, la colonia Galeana, fue asesinato Angel Fernado Robles Urbina, de 27 años, por personas que entraron en su casa y dispararon contra él. El cadáver apareció en la cocina de la vivienda.
Finalmente el último crimen registrado por la procuraduría fue detectado a las 2:05. La policía halló envuelto en mantas un cadáver decapitado, y a unos metros, la cabeza del muerto envuelta en una bolsa de plástico y con un mensaje en una cartulina: "Para los Chapos monta perros", lo que hace presumir que se trate de un ajuste de cuentas entre bandas criminales organizadas.
Los homicidios ocurridos en un intervalo de apenas seis horas han tenido lugar a pesar de que Chihuahua es uno de los estados con un despliegue de policías federales y soldados que desde hace meses tratan de contener la violencia y el crimen organizado.
En lo que va de año han sido asesinados en México 2.253 personas, según un recuento extraoficial publicado por el periódico El Universal. Datos del mismo diario del mes pasado señalaban que más de la mitad de todos esos crímenes sucedieron en sólo dos estados, los de Chihuahua y Sinaloa. Las autoridades mexicanas atribuyen la ola de violencia a los ajustes y disputas en el seno de las organizaciones criminales que se disputan las rutas de distribución de droga hacia EE UU.
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Acribillan a comandante en su propia oficina, en Ciudad Juárez• Uno de 20 jefes amenazado de muerte
• Lo bañaron de plomo 4 encapuchados
• El ataque ocurrió la madrugada de ayer
Ciudad Juárez.- Un comandante de la Policía Municipal de Ciudad Juárez fue ejecutado la madrugada de ayer dentro de la comandancia, por un grupo armado que ingresó hasta su oficina, reportó la Secretaría de Seguridad Pública Municipal (SSPM).
El vocero de la dependencia, Jaime Torres Valadez, indicó que el ataque ocurrió alrededor de las 03:00 horas de este viernes en la estación de policía Cuauhtémoc, localizada en el centro de la ciudad.
Señaló que de acuerdo a testigos presenciales, al menos cuatro hombres encapuchados y portando armas largas irrumpieron en la estación de policía hasta llegar a la oficina de Javier Alarcón Ruiz y le dispararon.
El comandante asesinado estaba incluido en una de dos listas de 20 jefes policiacos amenazados de muerte y que presuntos sicarios dejaron en marzo pasado en el Monumento al Policía, en una plaza ubicada al poniente de la ciudad.
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