miércoles, julio 16, 2008

Una huella luminosa


AutoConversación, AutoMasacre:

- Hace cuánto que murió su sacerdote, Bolaño - dijo irónico y despectivo el político-.

- Hoy hace unos años. El 14 de julio, 2003 - respondió el de la prodigiosa memoria - .

- Y en estas fechas, ¿aún necesitamos que nos hablé del horror? - preguntó el idiota-

- Sí, mil veces sí - respondí aterrorizado-.

Luego tomé en mis manos el libro 2666 y bajé a la ciudad oscura en donde comí en sitios antiguos de maderas podridas, lugares en los que aún se mantiene la tradición de un grupo de boleristas que se suben a una tarima a recordar amores perdidos y meseras viejas uniformadas con faldas y chalecos vinotinto sobre camisas blancas. Al otro día -ya era lunes-, subí a edificios nuevos y lujosos que tiemblan a cada paso y sobre los que se intenta construir el pensamiento. Ayer la pasé entre chilenos, Fer con su saludo de 'quihubo maricón' abrió el día. Más adelante participamos en una discusión durante el almuerzo, en la que anticipamos como profetas los crímenes de guerra que hoy ocupan primeras planas. Terminamos con un 'shot' de tequila donde doña Sexy. De ahí me despedí para ir a encontrarme con otro chileno que no conocía, cuyo nombre es RAI, con quien nos internamos en los jardines del poder local, cámara y grabadora en mano, aguardando a que apareciera el personaje, como detectives desesperados. En las afueras un grupo de periodistas chilenos fumaba y hablaba sobre la gentileza colombiana, el país del me regala y me da pena. Y caían los cigarrillos que un atento funcionario regalaba y que al mismo tiempo le daba pena verlos cubrir el suelo, por los que los cogía al vuelo, antes de que la ceniza tocara el piso de piedra para luego llevarlos con prisa a la basura más cercana. Y en ese momento, desde un segundo piso apareció sonriente el candidato, habló de dos modelos latinoamericanos, uno acorde a la tradición americana otro no y él era también un hombre de negocios que amaba la libertad, en especial la del mercado. No habló del horror y casi no se le podía sentir su acento chileno, no, hablaba de una forma intemporal y evitaba mencionar el horror en su mundo de libertades comerciales. Como todos los de derecha decía que él era centro, así hubiera sido pinochetista. Avanzamos luego con Rai hacia el sitio donde estaba el otro chileno, hablamos de izquierdas y de derechas, hablamos del mundo de los corresponsales extranjeros. Cortamos micrófonos y pensé en cuánto nos hacen falta los chilenos que no pierden su acento y aún nos hablan del horror y los crímenes de guerra. Nos reunimos donde F, ahí la corresponsal de Nicaragua invitaba a su fiesta de despedida -y siento un deber moral hacia ella pues me ayudó cuando trabajaba para el museo-, Cris me pedía que escribiera sobre el candidato, y F iba a entrevistar a Rai mientras E veía películas en su Mac y la calle reflejaba gritos antiguos de hombres con sombrero de fieltro y trajes de corte inglés. Volví a casa a pensar en Arcimboldi y no en Archimboldi. Arcimboldi, el verdadero nazi de la historia, Hans Reiter era su nombre real y fue un prestigioso médico de Hitler que investigaba sobre cuerpos de judíos y gitanos, y que escondido tras el fin de la guerra en la provincia de Córdoba en Argentina se dedicó a escribir libros de cierto éxito, a diferencia del Archimboldi de Bolaño, también llamado Hans Reiter, que había sido soldado de la caballería nazi en Rusia y se había refugiado en los lugares más cultos de Europa para escribir novelas de cierto éxito. Pensé entonces que si la literatura nazi se infiltró en Argentina, fue la franquista de cierto autor que admiraba a La Falange de Franco, la que se tomó Colombia con versos tan bellos como "salvo mi corazón, todo está bien". Y en ese lado que está bien se pasó por alto el horror de cosas que no estaban tan bien, y ayudó para que hace unos años un grupo de ganaderos realizara un saludo falangista y para que hoy recemos el rosario en los palacios del gobierno, justo como el generalísimo lo hacía en su tercio español. Y de nuevo pensé en los jardines de gobierno y en Roberto Bolaño, en su testimonio:

Los detectives

Soñé con detectives perdidos en la ciudad oscura.
Oí sus gemidos, sus náuseas, la delicadeza
de sus fugas.
Soñé con dos pintores que aún no tenían
40 años cuando Colón
descubrió América
(Uno clásico, intemporal, el otro
moderno siempre,
como la mierda.)
Soñé con una huella luminosa,
La senda de las serpientes
recorrida una y otra vez por detectives
absolutamente desesperados.
Soñé con un caso difícil,
vi los pasillos llenos de policías,
vi los cuestionarios que nadie resuelve,
los archivos ignominiosos,
y luego vi al detective
volver al lugar del crimen
solo y tranquilo
como en las peores pesadillas,
lo vi sentarse en el suelo y fumar
en un dormitorio con sangre seca
mientras las agujas del reloj
viajaban encogidas por la noche interminable

Los detectives perdidos

Los detectives perdidos en la ciudad oscura.
Oí sus gemidos.
Oí sus pasos en el Teatro de la Juventud.
Una voz que avanza como una flecha.
sombra de cafés y parques
frecuentados en la adolescencia.
Los detectives que observan
sus manos abiertas,
el destino manchado con la propia sangre.
Y tú no puedes siquiera recordar
en dónde estuvo la herida,
los rostros que una vez amaste,
la mujer que te salvó la vida.

Los detectives helados

Soñé con detectives helados, detectives latinoamericanos
que intentaban mantener los ojos abiertos
en medio del sueño.
Soñé con crímenes horribles
y con tipos cuidadosos
que procuraban no pisar los charcos de sangre
y al mismo tiempo abarcar con una sola mirada
el escenario del crimen.
Soñé con detectives perdidos
en el espejo convexo de los Arnolfini:
nuestra época, nuestras perspectivas,
nuestros modelos del espanto.

R. Bolaño.

( y que mucha pena este post que se me fue con muchos errores y al que se le hicieron unas correcciones pero ; y que me regalen unas disculpas)

2 comentarios:

H dijo...

que genial

Mazo dijo...

Gracias Hele, 'breve como la belleza' tu comentario, y viniendo de vos sólo puedo sonrojarme pues sigues siendo la estrella distante.