En blanco o negro
Caminas rápido y crees huir de una calle peligrosa. Si esto fuera tan cierto estarías corriendo. Si huyes de algo es porque tienes miedo, el problema es que no sabes de qué. Cuando llegas a la casa y das vueltas en la cama, observas la misma pared, entiendes que el miedo sigue adentro. Somos extranjeros indocumentados en una ciudad enorme. Parecemos espías cruzando una frontera infinita. Caminamos con el temor de una falla en nuestros documentos, no estamos mucho tiempo en una esquina para no cambiar la condición de estar plantados a sospechosos. Hay un segundo de duda, el suficiente, para esperar una señal divina que te impida salir de la casa.
Los rostros de la calle dejan de ser personas. Cualquier parroquiano siente que el pánico invade sus noches, las noticias, los semáforos, el momento en que ingresa la llave que abrirá la puerta. Racionalmente piensa que el terror está afuera, en la calle, en las selvas. En realidad el sentimiento ya está adentro, compartido en sociedad. La ciudad pierde su technicolor, todo se pone en blanco o negro. Veamos un ejemplo de un hombre en una puerta, interior, noche. Al salir de la casa está en una película de Humprey Bogart. Ha llovido. Nuestro fulano usa una gabardina clara y sombrero. Cierra la puerta. Camina unos pocos pasos. Actúa como alguien hostigado por una sombra que siempre se mueve más ligera. Dobla una esquina y, oculta entre el vapor azulado, ve una calle húmeda. Mira hacia atrás, por encima de su hombro. Vuelve la vista al frente y ve que no hay sitio para esconderse. Camina rápido. Tropieza. Ahora una rodilla está en la tierra y el punto de apoyo que es su mano ha caído en un pequeño charco. No puede más, la presión sanguínea le hace sentir una gota solitaria de sudor en su cuerpo. Empieza a correr. El sombrero se cae cuando el pánico le hace girar la cabeza con brusquedad. Atrás, la sombra toma forma, unos zapatos negros y brillantes aparecen en escena, un hombre de traje oscuro enciende un cigarrillo con un fósforo cuya pequeña llama ilumina la mitad de su rostro. Mientras el humo asciende lento el hombre baja sus manos. El primer hombre corre, el otro camina despacio. Ya sabemos quién va a alcanzar a quién.
A lo lejos una luz blanca como un neón resplandeciente comienza a organizar los colores metalizados de una esquina cualquiera en la que un vendedor callejero incorpora cebollas a un perro caliente. El periòdico del día, regado en el piso, deja ver la primera pàgina. Titular: Uribe ganaría en primera vuelta.
Los rostros de la calle dejan de ser personas. Cualquier parroquiano siente que el pánico invade sus noches, las noticias, los semáforos, el momento en que ingresa la llave que abrirá la puerta. Racionalmente piensa que el terror está afuera, en la calle, en las selvas. En realidad el sentimiento ya está adentro, compartido en sociedad. La ciudad pierde su technicolor, todo se pone en blanco o negro. Veamos un ejemplo de un hombre en una puerta, interior, noche. Al salir de la casa está en una película de Humprey Bogart. Ha llovido. Nuestro fulano usa una gabardina clara y sombrero. Cierra la puerta. Camina unos pocos pasos. Actúa como alguien hostigado por una sombra que siempre se mueve más ligera. Dobla una esquina y, oculta entre el vapor azulado, ve una calle húmeda. Mira hacia atrás, por encima de su hombro. Vuelve la vista al frente y ve que no hay sitio para esconderse. Camina rápido. Tropieza. Ahora una rodilla está en la tierra y el punto de apoyo que es su mano ha caído en un pequeño charco. No puede más, la presión sanguínea le hace sentir una gota solitaria de sudor en su cuerpo. Empieza a correr. El sombrero se cae cuando el pánico le hace girar la cabeza con brusquedad. Atrás, la sombra toma forma, unos zapatos negros y brillantes aparecen en escena, un hombre de traje oscuro enciende un cigarrillo con un fósforo cuya pequeña llama ilumina la mitad de su rostro. Mientras el humo asciende lento el hombre baja sus manos. El primer hombre corre, el otro camina despacio. Ya sabemos quién va a alcanzar a quién.
A lo lejos una luz blanca como un neón resplandeciente comienza a organizar los colores metalizados de una esquina cualquiera en la que un vendedor callejero incorpora cebollas a un perro caliente. El periòdico del día, regado en el piso, deja ver la primera pàgina. Titular: Uribe ganaría en primera vuelta.
6 comentarios:
aggghhhhh, que horrible final, el relato parece real y si que los es, pero por qué el titular no dice: Uribe drogado y traspasado por la cuchillia filosa de un travesti muere desangrado espeando que el ISS lo atienda por urgencias
Aggghhh, ese sería otro final mierda,,,chao
Se acepta la recomendación,pero preocupa que algo se hizo mal, debería dar más miedo el final que el relato señor de las cigarras.
Es un error cultural y moral el retorno del macartismo a Colombia... dijo Guillermo Hoyos en Manizales. Menos mal que que ahora que ando en esta ciudad envuelta en las bromas del nevado del Ruiz, no salgo a la calle. O sino qué susto! (Y el título del cigarra con su tinte triller tiene sentido). Chao.
Eran brumas del nevado, no bromas. Aunque parece una broma la bruma nevada del nevado del Ruiz.
reproduzcan la info de este link. a quien le quede dudas de que lo de jaime gomez no fue un homicidio:
http://mail.google.com/mail/?view=att&disp=vah&attid=0.1&th=10b4e3e28d180c28
Mazo: elimine el mensaje anterior, pues no es mas que una cochina publicidad de gmail, que usa el nombre de Jaime Gómez.
Pero claro, ¿desde cuándo los comerciantes tienen ética? (y que perdonen los honorables vendedores de ilusiones). De todas formas es una marranada que utilicen la angustia que nos ha producido a los colombianos luchadores por la vida, el nombre de un mártir para vendernos un pinche click al sistema chaat de gmail. Malparidos!.
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