La leyenda del santo bebedor
Podría decir de 'La leyenda del santo bebedor' que es una de las mejores obras de Joseph Roth. Podría decir que tiene ese toque de autobiografía ya que la absenta y el vino está en sus páginas como en la vida del escritor. O bien podría decir que la pequeña novela contiene referencias a Tolstoi y se escribe en ese tono de sermón tan necesario para este santo llamado Andreas. Que la novela retrata la caída de un hombre, un obrero polaco que termina preso en París por una mujer, que al salir se vuelve bebedor y clochard. Que ocurren los milagros que le dan dinero y vino y absenta y mujeres. Podría hablar de la influencia de la modernidad sobre los valores de la época. Pero de toda la novela me quedo en una sala de cine a la que decide entrar Andreas, motivado por el personaje prometido, ya que “El cartel que la anunciaba mostraba a un hombre que, por lo visto, pretendía perderse en una exótica aventura”. Sin embargo, mientras el personaje avanza, y Andreas se siente identificado con él, con el sol en su cuerpo, por el “despiadado y tórrido desierto”, aparece una caravana que lo salva y lo devuelve a la civilización, en ese momento Andreas pierde simpatía por el protagonista de la película.
Teniendo en cuenta la calve autobiográfica con la que Roth escribe la novela, y mi propia clave de recuerdo inventado el fin de semana pasado entre peroni y vino del fin del mundo( gracias Lobo por salvar mi pellejo), me permito decir que ahí está la diferencia entre Roth, al relatar a Andreas y su caída mística, con esos universitarios que han leído a Nietzche y saben que el abismo les puede devolver la mirada y por eso cierran los ojos; los que se quedan afuera y no adentro. Esto mismo dijo Roberto Bolaño al hablar sobre la autobigorafía de James Ellroy que, a diferencia de un Amis, no ha leído a Nietzche y por eso puede bailar conga mirando el abismo. Por eso el Andreas de Roth prefiere la aventura exótica en el desierto mientras bebe los restos de vino que la salvación de la civilización y la cultura francesa. Es momento de que el lector se asome al abismo, como dice un crítico de América de Ellroy.
Teniendo en cuenta la calve autobiográfica con la que Roth escribe la novela, y mi propia clave de recuerdo inventado el fin de semana pasado entre peroni y vino del fin del mundo( gracias Lobo por salvar mi pellejo), me permito decir que ahí está la diferencia entre Roth, al relatar a Andreas y su caída mística, con esos universitarios que han leído a Nietzche y saben que el abismo les puede devolver la mirada y por eso cierran los ojos; los que se quedan afuera y no adentro. Esto mismo dijo Roberto Bolaño al hablar sobre la autobigorafía de James Ellroy que, a diferencia de un Amis, no ha leído a Nietzche y por eso puede bailar conga mirando el abismo. Por eso el Andreas de Roth prefiere la aventura exótica en el desierto mientras bebe los restos de vino que la salvación de la civilización y la cultura francesa. Es momento de que el lector se asome al abismo, como dice un crítico de América de Ellroy.
Joseph Roth: "Así soy realmente: maligno, borracho, pero lúcido"
3 comentarios:
Buscó Joseph Roth, quizás, retratar esa metáfora según la cual lo importante no es llegar sino el camino, o una menos universal pero para mí más sabia, que habla de que uno conoce más en tanto más perdido esté. Roth, árido a veces, es genial. Cordial saludo.
Bacana la reseña, un poco enredada y confusa en cuanto a citas, referencias y raciocinio. Muy posmoderno ese estilo y muy usado entre los estudiantes de filosofía y literatura de las universidades privadas bogotanas. A veces siento que ese estilo se deriva de las malas traducciones al español de los filósofos modernos europeos que tenemos que padecer.
j.s.a: Puede ser, perderse es una buena manera de conocer. Así se hacen buenos mapas.
Pirata: Gracias por la visita. Hombre, pues sobre lo que anotas de lo posmoderno de la reseña, precisamente quería escribir desde una orilla distinta a eso. La reseña en realidad está escrita en clave personal y autobiográfica; mi experiencia personal del fin de semana me llevó a ese libro, y mi sensación personal en este momento es parecida a la del personaje que ahí se relata. En lugar de hacer pornografía emocional escondo esas sensaciones en reseñas de este tipo.
Sobre lo que anotas de los filósofos europeos no puedo estar más de acuerdo, por gusto me mamé toda esa narativa filosófica y esa filosofía 'afrancesada' que nos hablan desde el signo zero, el fantasma, el rizoma y más cosas de esas, cosas que a mi parecer son pura carreta o que a lo sumo funcionan para el modelo de hombre europeo. Hace unos posts reseñé a un presocrático sobre el tema, una cosa es o no es, seguir a un fantasma sólo produce fantasmas, aquí las cosas son claras, en Europa un tema cualquiera requiere citar a Platón, en Estados Unidos, siempre modernos y pragmáticos citan cifras y cuadros, aquí se necesitan resolver problemas y los datos, cifras, modelos o conceptos que nos sirvan para resolver el problema los usamos. No digo que eso esté mal, pero creo que ya es hora de citar a nuestros propios autores, contar nuestra propia memoria para corregir nuestra historia, crear nuestros propios ídolos - no está mal eso de tener ídolos-. En otros lados se burlan de una referencia hecha sobre la metaliteratura pensando que todo el prefijo 'meta' es posmoderno, cuando en realidad ese prefijo denuncia y ataca esa carreta, y no, no pienso en volver a la modernidad y al clasicismo para escribir una reseña, creo que hay que superar eso, y la mejor forma es comenzar desde el terreno personal, contar nuestra memoria es primero, por eso el post y la reseña es oscura, porque está dada desde mi propia experiencia y memoria, como un diario, (al fin y al cabo esto del weblog es una bitácora). De todas formas, gracias por la crítica en tan buen término. Muy buen blog el suyo, muchas veces paso por él pero sólo comenté en cierto tema sobre Jaime Ruiz y me gané una mala reseña de ese personaje en otro comentario, y no volví a comentar. Que pena la respuesta tan larga. Un saludo Pirata.
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