Fotografía Extranjera (1)
En la última edición de la revista 'Don Juan' se puede apreciar una de las mejores fotografías de “reportería” del conflicto. Oliver, fotógrafo extranjero y a la vez muy colombiano, sólo tuvo 2 segundos para accionar su cámara al momento en que el Comando Jungla abrió la puerta del helicóptero y capturaba a dos reconocidos narcotraficantes del paramilitarismo al mando de alias 'Cuchillo'. A Oliver lo encontré cierta tarde, se había cortado el pelo de raíz para poder participar en la misión después de rogar por el permiso.
Ya en el aire divisan una camioneta muy pesada. Los comandos deciden interceptarla. No sabía con qué se iba a enfrentar cuando abrieran la puerta del helicóptero: hombres armados respondiendo el fuego o entregándose.
A continuación se deja un extracto del reportaje de Camilo Beltrán que acompaña a las fotografías:
"El helicóptero inclinó completamente su trompa hacia la tierra y se dejó caer como si no tuviera hélices. La camioneta Toyota blanca –cargada de costales con coca– buscaba a toda velocidad los matorrales para escapar, se abría paso por la carretera que, desde arriba, se veía como una vena amarilla larga y delgada que se conectaba y desconectaba de otras. La caída libre del Black Hawk terminó con el roce de la trompa de la camioneta en una maniobra de sobrevuelo.
La camioneta no paró, aceleró. Del helicóptero se desprendió un fogonazo de una ametralladora que sonó como el estruendo de un relámpago. La camioneta frenó en seco.
Los Jungla se tiraron del helicóptero con sus ojos detrás de las miras de sus armas y con sus dedos en el gatillo. De primero y en pánico se bajó ‘‘Don Guillermo’’, que iba conduciendo, después Esteban Mosquera –su escolta– y Neftaly Barrera, un trabajador del laboratorio. A pesar de tenerlos arrinconados, la respiración de los comandos aún era rápida, resoplaban como caballos. “¡Quietos! ¡Que nadie se mueva, carajo!”, ordenó el mayor". (...)
La camioneta no paró, aceleró. Del helicóptero se desprendió un fogonazo de una ametralladora que sonó como el estruendo de un relámpago. La camioneta frenó en seco.
Los Jungla se tiraron del helicóptero con sus ojos detrás de las miras de sus armas y con sus dedos en el gatillo. De primero y en pánico se bajó ‘‘Don Guillermo’’, que iba conduciendo, después Esteban Mosquera –su escolta– y Neftaly Barrera, un trabajador del laboratorio. A pesar de tenerlos arrinconados, la respiración de los comandos aún era rápida, resoplaban como caballos. “¡Quietos! ¡Que nadie se mueva, carajo!”, ordenó el mayor". (...)
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