domingo, agosto 26, 2007

Bohumil Hrabal, Serrano (9) y ratas (3)

Andres Serrano decidió un día tomar una serie de fotografías en el subsuelo de Nueva York. Fue a una estación de metro ocupada en la noche por gente sin hogar. No tituló esta serie como Indigentes o Pordioseros, Gamínes o Desechables, sino que llamó a esta la serie fotográfica de los "Nómadas". Devolvió al subsuelo la dignidad, les devolvío a estas personas la vida que el sistema capitalista (o como quieran llamar a eso que está ahí) les quitó. Una larga vida en las imágenes.


Andres Serrano
Nomads
Lucas
1990
cibachrome, silicone, plexiglas, wood frame
Paula Cooper Gallery

En estas historias del subsuelo de la ciudad (imagino el letrero de Underground en el metro de NY) se pueden encontrar también menciones a las ratas. Las ratas como un ejército parece ser un lugar común, pero detrás de esa imágen se esconde algo más, un espejo de lo que está arriba quizá. El siguiente fragmento es de Bohumil Hrabal, de su libro "Una soledad demasiado ruidosa":

"Mis mejores amigos son los que limpian las cloacas, dos académicos que aprovechan los conocimientos de su trabajo para escribir un libro sobre las cloacas y las alcantarillas de Praga, ellos me han contado que los excrementos que fluyen hacia las depuradoras de Podbaba son diferentes los domingos y los lunes, que cada día laboral tiene su idiosincrasia, y que estudiando la porquería se puede llegar a establecer un gráfico que define el flujo de los excrementos, y según la cantidad de preservativos se puede precisar en qué barrios de Praga la gente es más activa sexualmente y en cuáles lo es menos, pero lo que más me impresionó de todo eso fue el informe académico sobre la guerra entre las ratas cellardas y las ratas de alcantarilla; se ve que se enfrentaron exactamente como hacen los hombres y el combate acabó con la abrumadora victoria de las ratas de alcantarilla, pero éstas se dividieron enseguida en dos clanes, en dos grupos organizados, de modo que ahora en todas las cloacas del subsuelo de Praga se está llevando a cabo una terrible lucha a muerte, una gran guerra entre dos clanes de ratas de alcantarilla que habrá de decidir cuál de ellos tiene derecho a todos los residuos y a todos los excrementos que fluyen por las alcantarillas hacia Podbaba; he aprendido de mis amigos limpiadores de cloacas universitarios que tan pronto como finalice dicha guerra, la potencia victoriosa se volverá a dividir en dos campos, según las leyes de la dialéctica, al igual que se fraccionan los gases y los metales y todo lo que de vivo hay en el mundo, para seguir el movimiento vital por la vía de la lucha y alcanzar la armonía por medio del equilibrio de contrarios; por eso el mundo en su conjunto nunca anda cojo. Entonces comprendí la exactitud de las palabras de Rimbaud a propósito de que la lucha del espíritu es tan terrible como cualquier guerra, comprendí las consecuencias de la dura frase de Cristo "No he venido a traer la paz sino la espada". En esas visitas a los subsuelos, a las cloacas, a las alcantarillas, a las depuradoras, encuentro siempre la calma; ilustrado a pesar de mí mismo, tiemblo y me quedo boquiabierto cuando Hegel me enseña que la única cosa aterradora es lo fosilizado, rígido y moribundo y, en cambio, la única cosa satisfactoria es cuando un individuo o, mejor dicho, toda la sociedad, consiguen rejuvenecerse en la lucha, conquistar su derecho a una nueva vida. Vuelvo a mi cueva por las calles de Praga con los ojos como rayos X y a través del pavimento transparente veo estados mayores de ratas haciendo maniobrar sus regimientos de guerreros, generales que por radio dan órdenes de reforzar el combate en este o aquel frente, ando y bajo mis zapatos castañetean los dientes puntiagudos de las ratas, camino pensando en la melancolía de este mundo que no se acaba de construir jamás, piso albañales y levantó los ojos llenos de lágrimas para ver lo que no había visto nunca, lo que no había reparado nunca: las fachadas, los portales de las casas de pisos y de los edificios públicos ofrecen un espejo a mis sueños, a los anhelos de Hegel y Goethe, reflejan la Grecia que todos llevamos dentro, la belleza helénica, meta y modelo, veo columnatas dóricas con sus triglifos y sus cornisas, frisos y volutas jónicas, capiteles corintios adornados con hojas de acanto, vestíbulos de templos, cariátides, balaustradas griegas incluso en los techos de las casa praguesas entre las que camino, vuelvo a encontrar la Grecia antigua en los barrios periféricos de Praga, en las fachadas de las casas comunes y en las puertas y las ventanas adornadas con mujeres y hombres desnudos y hojas y plantas de una flora exótica. Deambulando, recuerdo que un calderero con educación universitaria me ha contado que Europa oriental no empieza en las puertas de Praga sino allí donde comenzamos a echar en falta las estaciones de tren modernistas de la época del Imperio austro-húngaro, en Galitizia, en el límite extremo de los tímpanos griegos, y me ha dicho que si el espíritu griego pervive aún en Praga, no sólo en las fachadas de las casas sino sobre todo en las mentes de sus habitantes, es gracias a los liceos clásicos que existieron antes de la segunda gran guerra, que nutrieron con Grecia y Roma a millones de cerebros checos. Y mientras en las cloacas de la capital de Bohemia dos clanes de ratas se aniquilan en una guerra aparentemente absurda, en las cuevas trabajan los ángeles caídos, las personas cultas, los vencidos en un combate en el que nunca lucharon, e incluso allí, en esas cavernas, siguen perfeccionando la definición del mundo. Y cuando regreso a mi subterráneo, la bienvenida de mis ratoncitos me hace recordar algo: en el suelo del montacargas hay una tapa que da a las alcantarillas. Bajo y me animo a abrirla para escuchar arrodillado el chapoteo de las aguas, percibo las melodías de los lavabos, la canción de las aguas cubiertas de burbujas de jabón que manan de los lavamanos y de las bañeras, una sinfonía que me recuerda las olas del mar que llegan y se van, pero cuando presto oídos, oigo claramente el alarido de las ratas, el sonido de la carne roída, los aullidos y los gritos de victoria, el chapoteo de los cuerpos que luchan dentro del agua, toda clase de sonidos que provienen de una lejanía indefinible, pero yo ya sé que al abrir la tapa o la reja de cualquier alcantarilla y al bajar al fondo, en todas partes he de oír ese mismo fragor bélico, el último combate de las ratas, la supuesta última guerra que se acaba con grandes aleluyas, la guerra que volverá a iniciarse tan pronto como aparezca un nuevo motivo. Cierro la tapa, enriquecido por un descubrimiento y una vez ante mi prensa pienso en los duros combates de las cloacas, me doy cuenta de que el cielo de las ratas no es humano, en consecuencia yo tampoco soy humano, yo tampoco tengo la posibilidad de ser humano, yo que hace treinta y cinco años que empaqueto papel viejo y de alguna manera me parezco a las ratas, yo que hace treinta y cinco años ..."


Bohumil Hrabal - Una soledad demasiado ruidosa

6 comentarios:

Mauricio Duque Arrubla dijo...

Qué texto tan bacano, gracias

Mazo dijo...

De nada, había cometido algunos errores en la transcripción que ya corregí.
Un saludo Mauricio y le recomiendo de los checos a Bohumil y a otro que se llama Pavel Kohut del que espero después hacer un post.

Anónimo dijo...

hola diego...

estoy leyendo a su amigo roberto, los detectives salvajes,,,

sos un buen referente

yepes

Addiction Kerberos dijo...

También me leí el libro de Hrabal y conozco desde hace mucho el trabajo de Serrano. Y créame que por más que intento hacer una comparación similar con las dos obras no la logro. Me parece extremadamente forzado tratar de unir ambos discursos a partir del término: SUBSUELO. Por lo tanto, me parece que lo que usted está tratando de hacer en esta entrada es una completa majadería snobista de "mire cómo hablo de Serrano" sin ni siquiera imaginar las implicaciones realmente profundas del artista con el arte... y "mire como hablo de hrabal" sin determinar exactamente el punto de angustia y contradicción moral entre las ratas del subsuelo y el cielo estrellado de la moral Kantiana. No se ofenda si le digo que usted consume las obras literarias y artísticas como un puro burro. Sólo con el afán de exhibirlas y presumirlas, de una manera vanidosa y engreída. Serrano me gusta y Hrabal también me gusta pero no pretendo hacer una teoría de ese gusto. Usted definitivamente es un idiota y no va a comprender lo que le escribo, así que ni sé porque le digo lo que le digo, tal vez con la esperanza de que no sea tan idiota pero no hay caso porque es un completo burro.

Mazo dijo...

Mauricio: pero todo se lo debemos a padre Alfonso. Un abrazo.

Mazo dijo...

Kerberos: Her Luis Norberto, perrito infernal, sangre de la sangre rbd. Iba a contestar que no entiendes nada por que estás en Chinatown, o te iba a mandar al carajo, o no te iba a responder siquiera, pero me has demostrado lo servil que eres a las lisonjas en tu actitud, así que te alabo por conocer la obra de Serrano desde hace mucho, y me imagino que naciste con Bohumil debajo del brazo. La idea de lo underground fijese usted que no es ni siquiera mía, sino que es una idea del artista, del mismísimo Andrés Serrano, al que tuve el gusto de saludar en persona en su visita. Yo no soy nadie para opinar, pero creo que el artista tiene derecho a mencionar una comparación al subsuelo y a mi me gustó llevarlo al subsuelo lleno de alcantarillas de Praga, nada distinto. Si no te gusta la idea d lo undergroun en Serrano entonces no sé que haces viendo la obra del artista.
ATT: Lerner,
P.D: y que pena la demora en contestar pero me encontraba enfermo.
Un saludo Luis.