La media luna
"Respiré, me senté en el fondo del pozo y apoyé mi espalda contra la pared. luego cerré los ojos y dejé que mi cuerpo se familiarizara con el lugar. '¡Bueno!', pensé, 'ya estoy en el fondo de un pozo'.
(...)
Me senté en la oscuridad. Sobre mi cabeza, la luz recortada por la tapa en forma de media luna exacta flotaba como el signo de algo. Pero la luz de la superficie no llegaba hasta el fondo.
Con el paso del tiempo, mis ojos fueron acostumbrándose a la oscuridad. Pronto fui capaz de distinguir, aunque borrosa, la forma de mi mano al acercármela a la cara. Diversas cosas fueron perfilándose lenta y vagamente a mi alrededor. Como animalillos asustadizos que se van confiando poco a poco. sin embargo, por más que mis ojos se acostumbraban a ella, la oscuridad era, a fin de cuentas, oscuridad. Cuando intentaba fijar algo con la mirada, el objeto me ocultaba de súbito su forma y se sumergía silenciosamente en las tinieblas. Quizá cupiera hablar de una 'tenue oscuridad'. Pero, aunque así fuera, ésta poseía su propia densidad. Y en algunos casos contenía una oscuridad de significado más profundo que la auténtica negrura. Veía algo. Pero, al mismo tiempo, no veía nada.
En aquella oscuridad llena de extraños sobrentendidos, mis recuerdos adquirieron una fuerza desconocida. Las imágenes fragmentarias que evocaban en mí eran prodigiosamente vívidas en cada detalle, tan claras que podía asirlas con la mano. Cerré los ojos e intenté recordar la época en la que había conocido a Kumiko, casi ocho años atrás".
Crónica del pájaro que da cuerda al mundo - Murakami
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