Alfonso López Michelsen nació donde no debía. Fue siempre un 'elegido', así los criticara en su juventud. Así fuera en un tiempo aliado del parido comunista y fundador del Movimiento Revolucionario Liberal, que ayudó al pueblo, a los obreros y a los campesinos que su padre había apoyado con la formación de los primeros sindicatos, a defenderse de ese conservatismo terrateniente de derechas totalitarias y conservadoras (que hoy se toma el país en la forma desarrollada del fascismo uribista), era y seguiría siendo el hijo de un ex presidente, un delfín, el hijo nacido en 1913 de la familia dueña del Banco López, el que estudió en "L'Ecole Pascal" de París, para terminar sus estudios en el Liceo Francés, que se ubicaba en Londres. Nacer en esa cuna fue su desgracia. Si hubiera nacido en un hogar campesino probablemente hubiera sido un gran revolucionario.
Aún así, detrás de su fachada liberal latía un corazón libertario. Siempre cerca de la cultura, la literatura, la poesía, el bolero y el vallenato, es sólo en el año 59 del siglo XX cuando se acerca a la política. En ese año fundó el Movimiento de Restauración Liberal, llamado posteriormente el Movimiento Revolucionario Liberal. Cuando el país se repartía entre sólo dos partidos, alternados en el poder por un pacto político, el MRL fue uno de los movimientos que se opuso, creyendo tanto en la democracia como en las propias fuerzas de su partido. Sobre la violencia partidista, que se mantenía aún solapada en el país, el MRL fue una escuela de enseñanza de resistencia popular y política. Hasta el en ese entonces tan sectario Partido Comunista decidió apoyar al MRL y sus miembros, tal como en el pasado habían apoyado a quien de verdad ha sido el mejor presidente de Colombia, a mi parecer, Alfonso López Pumarejo –padre- (revisen, señores uribistas, las cifras y los adelantos sociales de este señor, que pese a ser banquero tenía un poco más de cabeza que ese montañero presidente, tan adorado por las facciones de las masas RCNistas).
Cuando el Dr. Michelsen coqueteaba entre la literatura y el partido liberal, y el liberalismo aún iba de la mano de la palabra revolución, escribía estas frases en una de sus novelas, titulada "Los Elegidos", a través de su personaje B.K. un alemán atrapado en Colombia en medio de la Segunda Guerra Mundial en un mundo de ricos, de elegidos:
"- Dime, Fritz -lo interrumpí entonces-. Yo no me he atrevido a preguntarle a nadie; pero me impresiona oír tan frecuentemente las conversaciones privadas y aun en los documentos públicos ese anhelo de ser como algún otro país, de llegar a ser como la Argentina, como Bélgica, como Suecia. ¿Por qué ustedes no consideran algún día la posibilidad de llegar a encontrarse, de ser ustedes mismos, en lugar de vivir equiparándose imaginariamente con los demás? Es otra obsesión que yo no he visto sino aquí y en los países balcánicos. Cuando se inaugura un edificio en Rumania lo primero que se oía decir era que se parecía algún edificio de Berlín o de Londres.
-¿Cómo podemos ser nosotros mismos si aquí no hay nada? ¿Qué cultura, qué tradición, qué raza existen como base para ser como tú dices, nosotros mismos? Aquí lo que se necesita es mucha inmigración europea, mucha sangre blanca...
-Pues yo puedo empezar, cuando quieras; pero me parece un poco deprimente la idea que tienes de tus compatriotas..."
El MRL fue una idea tan buena que López se asustó y abandonó a su suerte a los campesinos, obreros y estudiantes que en el movimiento participaron. Le ganó su cuna y traicionó la revolución que había ayudado a organizar. Le dio, a mi modo de ver, miedo, miedo de la guerra. Sobrevivió por poco tiempo una línea dura del MRL liderada por Álvaro Uribe Rueda (parece una broma del destino, en el que no creo, que éste nombre esté atado a las línea duras y facciosas de izquierda y de derecha). El MRL tuvo que ser pacificado, y con esta pacificación murieron las esperanzas revolucionarias de muchos. Y que se note aquí que el término revolución se usa para describir la necesidad de cambio de una sociedad, y no bajo el lema prehistórico y manoseado de una guerrilla anacrónica de mitad del siglo pasado. El miedo de un verdadero humanista afloraba en estas frases de su novela:
"¿Cómo podía el ser humano descender conscientemente a estos abismos de abyección?
- Lo comprendo y no frecuentaré más el Club -le dije-, pero mi experiencia de Alemania es la de que algún día no sólo ustedes sino los propios americanos tendrán que arrepentirse de los métodos totalitarios que están acogiendo para ganar la guerra. No en vano se comienza con un menosprecio de la justicia en aras de la victoria como del que ha hecho gala Muir en mi caso. Al régimen de la sospecha contra los alemanes que han impuesto en los países neutrales vendrá luego la suspicacia sobre lealtad de los mismos nacionales; se exigirán juramentos de fidelidad al gobierno, a todos los ciudadanos y aun a los propios funcionarios públicos, como sucede en Rusia y en Alemania, para acabar todos viviendo en la zozobra, pendientes de una delación, sin derecho a sincerarse jamás, acusados de traidores, de perjuros, de espías y de otras cosas semejantes.
Cuando estén en vigor las primeras "purgas" antinazis o anticomunistas en los países democráticos, recuerde usted a su amigo B. K., le dije en mi amargura".
Sin embargo, esta experiencia del MRL y su bandera lleva al fin de uno de los episodios más cómicos - cómicos por lo desgraciadamente vergonzosos - de este país: El frente Nacional. Si el señor Laureano Gómez, (ese resentido conservador que adoraba al mismo tiempo a Hitler y a Ghandhi, como una muestra más de la estupidez política de quien piensa en absolutos, algo así como Uribe mencionando su admiración por Mao, y sólo aprovechando la muerte del policía comunista de Mamatoco pudo acercarse al poder, cuando desde el periódico "El Siglo", algo así como el RCN de hoy, no dejó de joder con el mismo titular de todos los días de '¿Quién mató a Mamatoco?', pregunta que hasta hoy, gracias en parte a mi desconfianza hacia la derecha conservadora quien aventuró su respuesta y a la que como es obvio no le creo como no creo la mitad de las mentiras de RCN, para mí no ha sido respondida con claridad), no había podido hacer caer de pleno a su padre Alfonso López, su hijo Álvaro Gómez no logaría tampoco derrotar al hijo de López en la carrera presidencial.
Tiempo después, como ya lo dije antes, su hijo, Álvaro Gómez, tampoco pudo derrotar al otro hijo de López. (Para que vean que en esta política colombiana sólo los elegidos se rifan el poder, los hijos de expresidentes luchan por la presidencia, y hoy tenemos al hijo de un presunto narcotraficante según algunos medios, pero con seguridad el hijo de un amigo de muchos narcotraficantes y paramilitares, y que luego no se les haga raro ver en un futuro una pelea por la presidencia entre el hijo del asesino paramilitar de Mancuso con, digan ustedes, un hijo de Uribe). Demostrando que la derecha oligárquica sólo puede acceder al poder es con las armas y los golpes de Estado, obligando a votar con los sectores armados de los grandes terratenientes, y me estoy refiriendo aquí a Nuñez, no crean los uribistas que todo es para ellos y espero que no se hayan sentido muy aludidos.
Luego, al Dr Michelsen, le ganó la codicia por el poder, que ya poseía por el 'derecho' de haber nacido en una cuna de elegido que no pudo rechazar; hijo de ex presidente reelecto y de familia de banqueros. Tal como su personaje B.K, se perdió en el camino de la política, el dinero y el poder. Cuando escucho los relatos de las últimas conversaciones que sus amigos y conocidos tuvieron con él, sólo se destaca un tema político: el acuerdo humanitario para lograr la liberación de los secuestrados. Porque el hombre ha sido lucido siempre para saber dónde están las ilusiones del pueblo, el clamor por la paz, la dignidad de la lucha femenina sobre el aborto, el rechazo, aunque tenue, al neoliberalismo. Las otras conversaciones giraban en torno al bolero, a la literatura mexicana, al golf. Sobre la codicia del dinero y el poder decía esto B.K, su personaje en la novela "Los Elegidos":
"La codicia hizo de mi un aventurero perdido entre la fronda, prisionero de la cárcel dorada de este mundo en donde no se divisa otra luz que la del brillo de las monedas. La ambición de poder de hizo internarme más y más en la espesura, comprometiéndome entre sus vericuetos, sin dejar siquiera en los troncos de los árboles una señal para recordar el camino del retorno".
Estas podían ser las líneas finales de López Michelsen. Perdido entre la fronda de La Cabrera (léase aquí el sector de moda de la oligarquía capitalina de ese entonces, La Calera, hoy convertido en sitios de rumba a los cuales, para acceder, hay que tener automóvil, lo que ya dice mucho de el elitismo social que le precede). Sus actuaciones política posteriores al momento en que gana las elecciones del 74 no demeritan para mí ese impulso de rebeldía. Muchas fueron malas, pero era vox populi que cada vez que hablaba este país temblaba y en parte, tras cada pronunciamiento de López el país debatía sus ideas por semanas. Ese brillo lo salva ante mí y por eso escribo esto, luego de pasar esta tarde frente a las oficinas del antiguo Banco López, muy cerca al lugar donde cayó Gaitán.
Detrás de ese liberalismo del siglo pasado latía en su corazón un libertario y un revolucionario, y si no es así, porque estas son palabras mayores para un político tradicional y le pueden quedar tan grandes como la imagen de su padre, podría asegurar que el hombre era un humanista. De esos humanistas ya van quedando pocos.
P.S:
Después de su entierro apareción el siguiente artículo en la revista Semana:
"El último adiós de sus simpatizantes"
En este artículo, del periodista Juan Esteban Mejía Upegui, se aprecian testimonios de antiguos militantes del MRL, que acudieron si citarse, y al ver de nuevo desplegada la bandera con las siglas del movimiento se reunieron de nuevo, como 40 años atrás, a decir cosas como:
"Recordaron cómo junto al fundador de aquel movimiento quisieron acabar con el Frente Nacional, que, según decían “no hizo más que rotar el poder entre oligarcas”. Entre comentarios y anécdotas, se fueron subiendo los ánimos. De repente, como si aún fueran jóvenes revolucionarios, empezaron a gritar ‘hurras’ y ‘vivas’ al ex presidente, al Partido Liberal y a otros históricos caudillos. “¡Que viva el glorioso Partido Liberal de izquierda!”, “no más injusticia social”, “arriba el legado de los doctores López Michelsen y Gaitán ”. “Tenemos que acabar con este imperio. Si se cayó el Imperio Romano, ¿cómo no se va a caer este?”, levantaban en una sola voz".
"Daniel había llegado desde Fusagasugá junto con su hijo, que vestía una camiseta del Polo Democrático. Querían llegar hasta cerca del féretro de quien inspiró sus ideales en la juventud y a quien siguió ciegamente. “Nosotros, más que cualquiera fuera de su familia, merecemos estar allá, al lado de él, porque trabajamos y arrancamos desde cero con su proyecto. ¿Sabe cómo trabajábamos? Imagínese que salíamos con una mesa y cuatro sillas a un parque. Íbamos consiguiendo adeptos a nuestras ideas y luego llegábamos a barrios completos”, cuenta el líder de la localidad de Kennedy, en Bogotá".
"Entre ellos llegó Argemiro González y, ante la multitud que rodeaba el emotivo encuentro, contó su historia. “Yo era un chofer, mecánico y tractomulero cualquiera. Pero me hice líder. Fui reconocido en el gremio. “Como presidente de una asociación que teníamos los conductores, conocí a López Michelsen. Un día, sonó el teléfono de mi casa y era él. Me dijo que había un problema grande en Venezuela con los colombianos que vivían allá y me ofreció ser cónsul, para que le ayudara a mediar la situación. Me hicieron un curso de tres meses y acepté el cargo. “Después, cuando terminó el gobierno de López, volví a Colombia y seguí siendo el mismo chofer, mecánico y tractomulero de siempre”, recordó esa tarde".
Fotografía: Revista Semana